Poeta invitada
Dolores Domínguez Devars ha sido una incansable promotora cultural, especialmente de música y poesía.
Viene realizando esta labor desde 1990, año en que impulsó la creación del grupo “Euritmia”.
Hoy es nuestra poeta invitada, y publicamos dos de sus trabajos.
Regreso de cal y arena
I
Al toque de queda de tus manos germinó lo amargo,
ellas construyeron alegorías en mares de luceros,
y fueron cortejo de alaridos,
duendes risueños entre las almohadas,
libélulas danzantes en mi cuerpo.
El tinte de tus ojos desdibujó lo negro.
grito como vestal perdida
te beso ceniza por ceniza
te abraso sin consumirme
cierro tus párpados
tu oscuridad yerma mis pupilas igual que la canícula
Tu boca,
martinete de locura,
calderón de caricias,
compás crepuscular,
lira afinada en mí,
encordadora de mi séptimo sentido.
Tu boca,
bemol de mi tristeza,
sostenido de besos,
becuadro de inquietudes,
diapasón de mi sexo,
barra final de libertad…
Silencio.
Retorna la ternura del exilio
abate la lujuria
alienta en la memoria de los dedos,
las letras desleídas de mi nombre
empapadas de lunas y de arpegios
de alegrettos selváticos y trinos.
Ven con tu aura de latidos a estremecer el lecho
incendia la penumbra,
dale la mano al viento,
destierra mi soledad,
besa mi malva entumecida,
renueva con tus notas desveladas
el rictus de mi fuego.
Bebe la risa de las calaveras
derriba la muralla de lo negro
Sacúdete el silencio
Regresa hecho de cal, arena, flor,
pero regresa.
Nadaré en caléndulas al momento del encuentro,
comeré pulpa de tinieblas,
desnudaré relojes,
y sonaré campanas hasta romper los tímpanos
del hielo.
Devolveré a las flores su sentido
y colores al iris…
si regresas.
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Mundos divergentes
Del hoy:
Ella
Ávidos ayer de primavera, hoy indolentes
danzan mis recuerdos,
revientan soledad desde la frente hasta la punta del hastío,
se mecen ajenos a la muerte que no deja dormir con su impaciencia.
¿A quién esperar?
Las sábanas se duelen de la noche en blanco.
En el lecho reseco, la caldera,
las manos juegan sueños olvidados.
Es ascua el vientre,
sin espera,
sin colibrí,
sin sombra.
Amanece lloviendo.
¿Para qué semillas del olvido?
Si la risa del sol cae en verano y alegra.
La risa quema,
el beso de su rayo impuntual penetra,
deja entre las sábanas el flujo del amor.
Del mas allá:
Él
Al hilvanar mi cuerpo de congojas vuelvo a morir.
No quiero silencio cuando gritan mis células tu nombre.
En insepulto canto lloran ruiseñores,
no me preguntes cómo los escucho.
Aquí, bajo la tierra, todo parece potro de suplicio.
No puedo hablar de paz,
porque en tremendos gritos errabundas nostalgias
estremecen las sílabas ingentes de tu nombre.
¡Grítame,
astíllame,
apágame!
Acaricia mis huesos.
Incinera el dolor de este vacío.
Habida cuenta de que te deseo,
constrúyeme un puente desde el cementerio
hasta el hemisferio silente de tu olvido.
rodriguz7@hotmail.com
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