Puebla, museo viviente
LA CAVERNA
Miguel Campos Quiroz
Por lo general, cuando pensamos en la palabra «museo», la primera imagen que suele acudir a nuestra mente es la de un gran recinto compuesto de una serie de salas, dispuestas con el fin de albergar una o más colecciones de objetos diversos ordenados coherentemente por temáticas, sea que éstas se refieran a la historia de una nación, a los seres vivos, a las obras de arte, a los juguetes, a los automóviles, o prácticamente a cualquier otra materia que sea de interés humano.
Tal forma de concebir el museo, aunque ciertamente no carece de valor, sobre todo en lo referido a la conservación de la memoria de las civilizaciones, no deja de ser un tanto comparable a concebir el museo como un mausoleo, un conjunto de salones llenos de vitrinas y urnas que sirven de tumbas definitivas para objetos exhumados por la arqueología, y con ello desnaturalizados y sacados de su contexto para ser exhibidos con sus respectivas explicaciones cual lápidas que hablan de cuando tuvieron vida, y que sirven cuando mucho para ser estudiados por los académicos como objetos de laboratorio para ser examinados bajo la lupa o en el matraz. Pero pocas veces pensamos en las ciudades como museos vivos en los que sus calles, construcciones y monumentos, nos hablan de su historia pasada que no sólo sigue viva, sino que se sigue escribiendo sin ser encerrada en archivos o cajones.
En efecto, quien ha recorrido las calles del centro histórico de nuestra hermosa Puebla con la mirada correcta y despierta, sabe muy bien que en cada rincón hay una casa, una piedra, un mosaico, o una placa, que nos hablan de nuestra historia y memoria compartidas. Y es que, en verdad, el centro de nuestra ciudad es un enorme museo en el que cada iglesia, cada casona virreinal, cada patio, y cada fuente, es un monumento al aire libre en el que muchas veces los transeúntes ni reparamos, de tan habituados que estamos a nuestras calles y plazas.
En verdad, muy pocos de quienes habitamos la Angelópolis (y tal vez algunos turistas para quienes esta ciudad es algo novedoso) nos hemos detenido ante una de las tantas capillas barrocas que hay en nuestro centro y leído las placas informativas que los ayuntamientos han colocado en el exterior de ellas (algunas hasta incluyen su versión en braille), ni mucho menos escaneado con nuestros dispositivos digitales los códigos QR que muchos inmuebles y monumentos ostentan para acceder en Internet a información sobre los mismos (aunque lamentablemente algunos ya ni funcionan).
Nuestra bella Catedral es quizá la atracción más visitada de nuestro centro tanto por locales como por turistas, por ser ciertamente el corazón de la vida espiritual poblana, así como por su evidente monumentalidad, y en último término por ser el símbolo mismo de nuestra ciudad del que todos los angelopolitanos estamos muy orgullosos. Pero ¿cuántos poblanos se han detenido ante la escultura de bronce de tamaño natural de la Reina Isabel de Portugal, ubicada en la calle 5 de Mayo frente al templo de Santo Domingo, en pleno corazón de la capital poblana, rodeada de comercios, de ambulantes, y de oleadas de gente que por allí transita, y colocada en ese sitio desde el año 2022? ¿Cuántos de quienes se han detenido ante ella han investigado la historia de aquella gran gobernante, esposa e inspiración del Emperador Carlos V, quien fue la madre de nuestra ciudad, y que, en 1532, a través de la Cédula Real por ella firmada, le otorgó a Puebla su título de «Ciudad de los Ángeles», y que fue no sólo Reina de los reinos hispánicos, sino también Emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico?
En verdad, nuestra ciudad esconde muchos tesoros ocultos que nos hablan de la grandeza de nuestra historia y de sus protagonistas, y que irónicamente están a plena vista, convirtiendo así al centro histórico en un auténtico museo vivo en el que fluye y transcurre la vida presente a la vez que se respira el aire señorial y virreinal del que innegablemente somos herederos todos los poblanos.
Recientemente leí en Internet, con mucha tristeza, una nota en la que se habla de que nuestra ciudad está en riesgo de perder el noble título que ostenta de ser Patrimonio Cultural de la Humanidad ante la UNESCO.1 Vandalismo y grafiteadas en los inmuebles, descuidos de los mismos por parte de los propietarios particulares, incapacidad de los gobiernos y del INAH en lo que al mantenimiento y conservación del patrimonio se refiere, así como el desordenado ambulantaje, y en última instancia el desinterés de los ciudadanos, son las causas principales de ese deterioro de nuestra zona de monumentos que podría arrebatarnos el muy honroso nombramiento de ser Ciudad Patrimonio.
Es hora de que los poblanos volvamos a ser orgullosos guardianes de nuestra historia, y de que recuperemos el interés por conocerla y cuidar de nuestra herencia, convirtiéndonos en verdaderos conservadores de este gran museo viviente que es nuestra bella ciudad de ángeles y de palacios.
1 La página en cuestión puede ser consultada en la siguiente dirección: https://oem.com.mx/elsoldepuebla/local/falta-de-mantenimiento-a-zona-de-monumentos-y-exceso-de-ambulantaje-puede-atentar-contra-declaratoria-de-patrimonio-de-la-unesco-22814036
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