Sobre la importancia de una educación libre de sesgos políticos
LA CAVERNA
Miguel Campos Quiroz
Sabido es que el cerebro en edades tempranas, esto es, en niños y jóvenes, goza de una plasticidad tal, que le permite absorber una gran cantidad de conocimientos, moldearse y remodelarse, aprender y desaprender tantas veces como se quiera, y sobre todo, ser influenciado, como ya no es posible hacerlo con la misma facilidad una vez que el órgano del pensamiento (junto con todas las ideas que contiene en sí), cristaliza en la edad adulta, convirtiéndose en una especie de coraza que es a la vez una protección contra ciertas influencias mentales, pero también un impedimento para modificar defectos y hábitos, tanto de acción como de pensamiento.
Pues bien, esta facilidad del cerebro joven para ser influenciado, ha sido aprovechada, y muy exitosamente, por los regímenes políticos e ideológicos de turno, desde hace por lo menos doscientos años en nuestros países de Hispanoamérica, para insuflar en él, a veces de maneras sutiles y otras no tanto, y con el poco entrenamiento crítico como aliado, sus doctrinas particulares que, de manera generalmente imperceptible al inicio, lleva paulatinamente a madurar tales malas semillas en la mente de los estudiantes, hasta que, generalmente al llegar a una edad universitaria, les mueve en no pocos casos a radicalizarse, hasta convertirse en soldados de causas casi siempre perjudiciales a la sociedad, más que en los estudiantes que se esperaría tener en una sociedad sana, productiva, exitosa y democrática.
Tal ha sido, en pocas palabras, lo que en gran medida ha hecho la educación, y sobre todo la educación pública, en nuestros países de Hispanoamérica, contribuyendo así al tercermundismo y a la polarización a que han llegado nuestras sociedades.
Y es que en verdad, desde la creación de las repúblicas hispanoamericanas modernas, más que ser el vehículo del conocimiento de las ciencias, de las artes, de la lengua, de la música, de la cultura, etc, es decir, de todas aquellas disciplinas liberales de la educación clásica que son claves para el desarrollo de individuos exitosos y felices, así como de los valores que llevan a serlo, la educación, y particularmente la escuela pública, ha pasado a convertirse en instrumento del Estado para, mediante doctrinas nacionalistas y visiones victimistas y derrotistas de nuestra historia, crear resentimientos para ser capitalizados (y muy bien, por cierto), por bandos partidistas.
De allí la importancia de una educación neutral, en todos los niveles de enseñanza, libre de visiones confrontativas y parcialistas que no hacen sino fomentar la lucha de clases, de sexos, de naciones, de visiones del mundo, etc. Y sobre todo durante los primeros años de enseñanza, evitar que a los niños se les fomenten los discursos de odio basados en una pretendida justicia social, en una edad en la que ni siquiera pueden entender tales conceptos. Pues es evidente que si a un niño pequeño se le enseña que su padre es explotado por el padre de su compañero, éste crecerá con la semilla del resentimiento, y ello con toda seguridad le llevará con el paso de los años a una incapacidad para adaptarse, a desarrollar conductas antisociales (como la justificación y práctica de la delincuencia), y, lo que es peor, lo puede llevar al extremo del radicalismo. Y sin duda que con ello hará daño a la sociedad, contribuyendo así a la infelicidad de otros y a la suya propia.
Por eso es importante que en los niveles de enseñanza básica (kínder, primaria y secundaria) se enseñen simplemente las materias básicas (matemáticas, español, ciencias naturales, historia, lengua extranjera, etc.), sin iniciar antes de tiempo a los alumnos en el debate y la confrontación ideológica, ni mucho menos pretender el adoctrinamiento de sus mentes desde una visión estatista (como lo han hecho en el pasado los nazis, los fascistas, los soviéticos, y todos aquellos estados absolutos que han tenido y tienen dictaduras), además de que es necesario que haya un involucramiento de los padres y una vigilancia por parte de ellos de los contenidos de la escuela, para evitar que sea el Estado el que coopte y moldee el pensamiento de los educandos.
Y ya en niveles superiores (preparatoria y universidad), es importante fomentar el pensamiento libre y crítico a través de la enseñanza de la filosofía. Pero en este punto se debe tener mucho cuidado, pues sobre todo en la enseñanza moderna se ha hecho pasar por filosofía lo que no es sino manifiestos y panfletos ideológicos con evidente intencionalidad de adoctrinamiento politizado. Y no hay nada más contrario y diametralmente opuesto a la filosofía, que la ideología. Nada más antifilosófico, que abrazar doctrinas ideológicas, pues mientras que la filosofía busca la Verdad universal en la totalidad, la ideología lleva siempre a la visión parcial y al fanatismo.
En vez de tales panfletos propagandísticos, es recomendable la enseñanza de los autores clásicos, de los humanistas de Grecia, Roma, el Medioevo y el Renacimiento, pensadores que filosofaron sobre el pensamiento mismo y sobre cómo éste hace libres y felices a los hombres y los inclina al bien. Ello es la mejor opción para fomentar una educación ética, integral y neutral, basada en los valores universales y fraternales (libres de banderas y de partidismos), que son los que pueden llevar a nuestras sociedades a lo más alto de la cima del éxito, tanto material como humano.
camposquirozmiguel@gmail.com
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