¿Todo es diseño?
Germán Motalvo
El Diseño es uno de los oficios que han acompañado a la humanidad desde siempre. Todo objeto que cumple con una buena función es diseño: Los clavos, la cruz, el martillo, el letrero con el nombre del crucificado, cumplieron un objetivo. Basta darle su justo valor en su tarea propia. El diseño fue viejo mucho tiempo, hasta que la navaja de afeitar cortó sus barbas; son los objetos los que se han depurado: menos ornamentales, más o menos ergonómicos: con rostro nuevo.
Hace algunos años vino a San Andrés Cholula, Puebla, México, el diseñador Karim Rashid (1960, Egipto), una de las figuras más singulares del diseño atípico, no convencional, maestro de lo amorfo; su trabajo no se ajusta a lo correctamente aceptable, es transgresor, tiene algo que muchos objetos bien funcionalistas no tienen: gusta y emociona. Estoy seguro de que los que tuvieron el privilegio de ir a su conferencia salieron contentos; el diseño de Rashid inspira a romper las reglas, es un homenaje al kitsch, su cromática es estridente, él hace de sí mismo su diseño.
Desde luego, que detrás de esas formas transgresoras, su trabajo esconde un valor agregado: los materiales con los que sus diseños están fabricados son hijos de una tecnología que permite cualquier capricho. Hay quien dice, a manera de broma, que, si Rashid mastica un chicle, luego lo estira, le pone dos granos de arroz para que parezcan sus patas, toma un avión a Milán, Italia, para que ese chicle se convierta en un sofá. La tecnología de materiales que se ha desarrollado en Milán permite concebir cualquier objeto en serie. Lo faraónico y kitsch de Rashid gustó, pero es el mejor ejemplo de un diseño capitalista, llevado al exceso del sensacionalismo. Es lo contrario al trabajo puro, eficaz, accesible, socialista de Óscar Hagerman (1936), arquitecto y diseñador mexicano, del cual Elena Poniatowska dice: “Primero vino la silla. No la de Van Gogh, sino una similar, igual de honesta y tradicional. Las sillas puras se parecen entre sí. Durante su vida Óscar Hagerman, el arquitecto, rechazó lo faraónico y monumental, las torres que perforan el cielo, los proyectos terroríficos, los centros comerciales. En su lugar, eligió una humilde silla de madera; una silla que le apetecería tanto a un campesino como al príncipe Claus.”
El trabajo de Rashid no implica necesariamente lo que en algún tiempo se pensó, sobre la responsabilidad social de cualquier objeto, entre otras, la que pudiera estar al alcance de todos. Cuando el diseño se convierte en un objeto de culto se condena, sólo algunos lo pueden tener; bajo estas características el diseño socialmente no avanza. Las oficinas de los funcionarios de la ONU muestran mobiliario de prestigiados diseñadores, fabricados por grandes compañías; este ejemplo es un símbolo de la incapacidad con la que se aprecia al diseño y sus virtudes regionales a manera de desarrollo comunitario.
En este número de Sibarita La Revista, nos preguntamos ¿Todo es Diseño? La respuesta la ofrece cada producto, cada imagen. En Cómo nacen los objetos, de Bruno Munari (Milán, Italia, 1907-1998), hay una selección de piezas que ofrecen ejemplos de gran funcionalidad, muchas de ellas no se saben quién las diseñó; el propósito de Munari en este libro (fundacional en el estudio del diseño) fue otorgarle valor a todo lo que históricamente hemos utilizado y es anónimo. Destaca la silla de playa que todos conocemos: la sacamos del rincón, la desplegamos con facilidad, la usamos y la volvemos a plegar. Funciona, no estorba y además, como todo buen diseño, su fidelidad es duradera, la podemos adquirir en el mercado de nuestro barrio. El libro inicia con un epígrafe de René Descartes que consolida toda la teoría sobre el método, aquel que dice: Pienso, luego existo. El diseño es un pensamiento de altísima calidad, lo que imaginamos debe pasar por pruebas en cuanto a materiales, formas, función y economía.
Un buen diseño es un canto de amor instantáneo a la belleza y función de algo que resuelve cualquier tarea cotidiana sin complicación, para así poder existir.
El termino diseño apareció por primera vez en 1849 en Inglaterra, en el Journal of Design and Manufactures, publicación dirigida por Henry Cole (Inglaterra, 1808-1882), en plena época victoriana, que se distinguió por el miedo al vacío. Henry Cole ya promovía desde entonces una crítica sobre los excesos de ornamentación en los diferentes objetos de uso cotidiano. Es en ese momento en el cual surge un primer pensamiento respecto a la sobriedad del objeto.
El Diseño inicia con su pulcritud, economía de medios, practicidad, durabilidad, sólo así entrará en la categoría de lo clásico, ese canto de amor instantáneo será infinito. Pegar un clavo en la pared para que soporte cualquier cosa es un acto de diseño, pero sin martillo no existe el clavo. Si el hilo que jalas para que apagues el foco de tu lámpara tan sólo estirando tu brazo funciona, eso es diseño. El decálogo de Dieter Ram (Alemania, 1932) sobre el diseño está bien, aplica para sus productos dirigidos a un mercado con poder adquisitivo, es hora de mirar y analizar lo nuestro. El sarape mexicano que utilizó Jamiroquai en uno de sus conciertos no lo hace mejor que antes, lo promueve, pero ese diseño tan sólo es una muestra de cómo el color para nosotros significa diseño. Los huicholes saben mucho de esto. Paul Rand, célebre maestro de diseño gráfico de Yale, decía: Todo es Diseño; a su frase ya le hicieron cirugía.
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