Una nueva mercancía: la salud humana
-La post-moderna cultura de la salud-
“El mundo es estable ahora.
Las personas son felices;
… nunca están enfermas, no
tienen miedo a la muerte,
viven en una bendita
ignorancia de la pasión
y la vejez, … están acondicionados
de tal suerte que prácticamente,
no pueden dejar de
comportarse como deben.
Y si cualquier cosa anda mal,
ahí está el soma…”
“Un mundo Feliz”
Aldous L. Huxley, 1932
Se dice que cuando se inventaron los ansiolíticos por allí, por mediados de la década de los cincuenta en el siglo XX, no existían consumidores de esa nueva medicina. En pocas palabras, se inventó primero la medicina, y luego, la enfermedad (BAUMAN, Zygmunt. “Mundo Consumo”, Paidós, México, 2010). Por ello es que los medios de comunicación norteamericanos se encargaron de inventar a los consumidores de esa mágica medicina: los estresados. Antes de esos tiempos no había el estrés que hoy es tan rutinario, y eso que esas generaciones vieron pasar la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.
En esta post-modernidad o modernidad tardía, o tardiomodernidad, que nos tocó vivir, la salud se ha vuelto una mercancía más, particularmente se ha fomentado la cultura de la salud consumista, y es que los productos del mercado así lo han dictado. Hoy, pareciera que muchos de los seres humanos, particularmente de las clases media alta y alta, están educados para tratar su cuerpo como una especie de vehículo automotor al que hay que llevar cada determinado tiempo o kilómetros recorridos a la agencia de autos para verificar sus niveles de aceite, de presión en las llantas, el desgaste de las llantas, amortiguadores, etc., con la finalidad de que ese vehículo se encuentre en punto y no tenga algún problema en la rutina de la circulación, de tal suerte que si se detecta por la computadora que hay algo por hacer de forma preventiva a ese vehículo, inmediatamente se sustituye la pieza, se repara, antes de la falla. En resumen, todo un sistema de consumo.
Hoy, pareciera que la cultura de la salud de muchos de los seres humanos sigue el mismo tratamiento que el que corresponde a un vehículo automotor. Primero, evitar el más mínimo dolor; los tratamientos para la salud son preventivos y no reparativos. Por ello es que existen los centros denominados SPA, para poder estar lo más relajados posibles y con ello evitar el “estrés”. Además, se encuentra toda una industria del deporte: gimnasios, clubes deportivos, parques, campos de atletismo, etc., que cuentan con un mercado impresionante de productos y, desde luego, de los consumidores de ellos; todo con la finalidad de que haciendo deporte se hace cultura de la prevención de la salud, aunque muchas de las ocasiones, si no es que el mayor número de casos, por la realización de esos deportes acaban las personas en centros médicos, operados por males que les causó el propio deporte y que, de no haberlo practicado, nunca hubieran llegado a tener: operaciones de tobillos, rodillas, columna, etc. En síntesis, todo un sistema de consumo es la cultura de la salud.
Pero eso no es todo, se requiere de más consumidores, pues la tecnología ha avanzado a pasos inimaginables, los relojes que marcan la presión, los latidos, calorías, los pasos y, por cierto, también la hora, son a los que se debe de disciplinar cualquier persona que tiene “la cultura de la salud”. ¡Cuidado de no seguir sus instrucciones! Porque, precisamente, por ello se causa el estrés, y desde luego que no son suficientes ese tipo de consumidores. Hoy, la cultura de la salud, que desde luego es preventiva, está aparejada con la industria de la cultura de la belleza, por ello es que se requiere también de operaciones preventivas y, aun más que eso, de operaciones estéticas, porque esta cultura nos ha enseñado que viéndose “bien” se evita el estrés y se está en buenas condiciones de salud.
Toda una industria de las cirugías estéticas, que han inundado la cultura de la salud. Es muy común que las niñas de quince años, en lugar del pastel y la fiesta de esa fecha, o bien el viaje por ese aniversario, de las décadas de los cincuenta hasta los ochenta del siglo pasado, sea sustituido actualmente por operaciones estéticas, porque resulta que para estar bien, se requiere de esas pequeñas reparaciones corporales, que después con el paso del tiempo, que es un hecho notorio, acaban causando operaciones que no se hubieran requerido, si es que no se hubieran llevado a cabo esas pequeñas reparaciones al “chasis” de nuestros cuerpos humanos. Esa es la cultura de la salud de la post-modernidad, la cultura del consumo que nos ha convertido en un vehículo automotor más.
Dr. Silvino Vergara Nava
(Web: parmenasradio.org)
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