¡Ya no más lecturas!

Sociología de la supervivencia 

Silvino Vergara Nava 

 

 

“Los libros impresos en papel y  

vendidos en librerías han sido nuestros 

 mejores amigos por siglos.  

Sin ellos no habría habido revolución,  

ni desarrollo intelectual,  

ni comprensión profunda del mundo.” 

 

Andre Vitchek 

(1962-2020) 

 

 

¿Qué sucederá en el futuro con la lectura? Hoy propiamente nos enseñan con imágenes en las escuelas, sobre todo en primaria, secundaria, donde se prefiere instruir, no con textos, menos con textos largos, sino todo se reduce a imágenes; y en las universidades, el profesor que no lleva una presentación con imágenes es, o bien anticuado, o en su caso se asume que no prepara su clase, es más ¿cuántos profesores se atreven, en estos tiempos, a pedir un libro de texto para una clase universitaria?, de hacerlo, el rechazo será generalizado, porque los alumnos, en su mayoría, no tienen dinero para adquirir un libro y leerlo, aunque sí para una cerveza, para el simple entretenimiento, y esto en el mejor de los casos. 

Pues bien, pareciera que el grito de guerra es: ¡ya no más lecturas! 

Basta con observar lo que sucede con las lecturas que se hacen actualmente en las escuelas y universidades, son lecturas muy cortas, superficiales; es más, muchos de los errores que tenemos en la operación diaria en una oficina, en un taller, en cualquier negocio, incluso en las instrucciones para armar algún equipo, material, juguete que se adquiere, se deben a no leer las instrucciones completas, lo cual ocasiona accidentes y graves lamentaciones. Por eso la pregunta es lapidaria: ¿Qué sucederá en el futuro con la lectura? 

La predicción en los inicios de la década de los noventa del siglo pasado, en el libro “Homo videns”, del profesor italiano Giovanni Sartori, se ha cumplido, al sostener el riesgo que existía con la TV y dejando a un lado la lectura; planteaba la diferencia entre la lectura y las imágenes y lo que sucede en el cerebro en ambos casos; ese libro lo escribió dedicado a los padres de familia y advirtiendo lo que sucedería con la simple TV. Ahora, hay que añadir redes sociales, celulares, pantallas, tabletas, etc. 

Paradójicamente, hoy estamos más comunicados, pero somos menos lectores, estamos inundados de información, por ello los sociólogos, filósofos de vanguardia actuales sostienen que vivimos en un gobierno de la “infocracia”, pero son pocas personas las que leen, es más, después de la pandemia de hace cinco años, fueron desapareciendo los estanquillos de periódicos, cuando en algún momento éstos fueron hasta parte de la decoración de las calles de las ciudades y una especie de servicio público por parte de los Ayuntamientos, al grado de regular los referidos estanquillos de periódicos; hoy casi no existen. 

El otro problema que se ha suscitado es que se han ido acabando las ediciones de los periódicos, de las revistas, de los libros de forma impresa; esto ha disminuido la lectura y a los lectores; quienes desean el documento impreso, el periódico del día impreso, ya ven muy complicado poder adquirirlo diariamente en cualquier esquina de las ciudades, se han convertido todos éstos en textos electrónicos, lo cual no es lo mismo, es más, hay estudios recientes que indican que el libro electrónico no tuvo el éxito que se asumió que iba a tener; aun así, se siguen vendiendo, pero no al ritmo acelerado que se pretendía en su inicio. 

A los regímenes totalitarios es evidente que no les interesaba la lectura, menos aún contar con población lectora, por ello es que se organizaron esas quemas de libros, por ejemplo, en el régimen del partido nacional socialista de Alemania en la década de los treinta y cuarenta. Existen historias que hacen mención de que los japoneses se aprovecharon de la ocasión para llevarse libros de las bibliotecas y universidades alemanas a Japón, todo con la finalidad de resguardarlos, por la cultura, conocimiento y teorías que representan estos. 

Incluso, recordemos que en los tiempos de la denominada edad media gran parte de la cultura se logró conservar, y con ello el conocimiento del mundo antiguo, gracias a los conventos y monasterios, en donde se ubicaron las bibliotecas de esos tiempos, que resguardaron los libros, textos, y con el paso de los años se pasaron esos documentos a las universidades, hoy incluso, corremos el riesgo con las bibliotecas públicas, al ser tan poca la asistencia a éstas y que se opte por desaparecerlas y dejar todo ese acervo resguardado en bodegas que se conviertan en banquetes de ratones y demás animales, o bien, que se vendan por metro cuadrado los libros al mejor postor, como sucede actualmente en muchas de esas tiendas de libros usados, donde el negocio no es vender un libro usado, sino vender cientos por metro cuadrado para todos aquellos que llegan a contar con un espacio en sus casas, oficinas, negocios, hoteles, restaurantes,  para poner libros que jamás van a abrir, menos aún leer, muy al estilo del general Augusto Pinochet, el chileno que contaba con la mayor colección de libros en todo Sudamérica, sin haber leído uno solo, pero cuyos colores de los lomos decoraban alegremente una biblioteca sin uso, es decir sin lectores. 

Y, para terminar con la lectura, qué mejor que la educación que recibimos muchos de nosotros en las escuelas primarias y secundarias; leer libros bajo imposición, obligatorios, haciendo resúmenes que debían de llevarse a cabo, aunque terminaban esas tareas los padres de familia, los tíos o las tías, y acaso algún alumno aplicado; o bien, qué tal que los libros se deben de leer de la primera a la última página y sólo en ese orden, y que no se subrayan, menos aún se les pongan notas, etc. Todo esto solamente fue el mejor impulso para nunca más leer. Ya después vino la lectura corta, superficial, las redes sociales, las imágenes empezando por la TV; todo ello está desbancando no sólo a la lectura del documento impreso, llámese libro, revista o periódico, sino que está acabando con la lectura de cualquier texto en general. 

En una novela de los cincuenta, que después, para variar, se volvió una película, se narra que los bomberos en un régimen totalitario están para quemar libros, no para apagar fuegos, y dentro de esa novela se describía lo que hacían los opositores al régimen, que no era esconder los libros, sino aprendérselos de memoria, sólo así se iban a mantener esos textos, pues de lo contrario desaparecerían. Bien pudiéramos decir que estamos ante la presencia de algo peor que esa novela: la indiferencia ante la lectura. Por ello hay que insistir en la pregunta: ¿Qué sucederá en el futuro con la lectura?, ¿un mundo sin lectores?, ¿ya no más lecturas? 

 

 

(Web: parmenasradio.org) 

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