Actuar con valores

Don Quijote: Vengo a un mundo de hierro para hacer un mundo de oro. 

Aldonza:  El mundo es una pila de estiércol y nosotros somos gusanos que nos arrastramos por él. 

Don Quijote: No… mi señora sabe que no es así en su corazón, sólo hay que buscar 

Aldonza: Buscar ¿qué? 

 

Memorable diálogo entre de Don Quijote (Peter O’Toole) y Aldonza/Dulcinea (Sophia Loren) en aquella fenomenal película titulada “El hombre de la Mancha”, de Arthur Hiller (1972). Así es. ¿Qué debemos buscar los seres humanos para vivir en un mundo mejor, un mundo diferente, un mundo civilizado, un mundo con valores por el que tanto luchó aquel magnífico personaje creado por Cervantes? O tal vez la interrogante sea: ¿tendremos la oportunidad de ver, antes de irnos a otras dimensiones, una sociedad donde se practiquen la amistad, el patriotismo, la solidaridad, la honestidad, la generosidad, el amor y el buen comportamiento? 

Si grandes personajes de la literatura universal y de la historia misma pudieron transformar la percepción mundana de la existencia, ¿por qué los simples mortales no podríamos hacerlo cada día?  

Recordemos que Marco Vinicio, en Quo Vadis?, del polaco Henryk Sienquiewicz, pudo comprender que una vida con violencia, mentiras y asesinatos no era lo mejor para conquistar el amor de su musa, de su pueblo y el de él mismo; y que todos los malhechores del Quijote lloraron su muerte, pues reconocieron que finalmente tenía razón en pensar que los seres humanos no eran malos, sólo les faltaba buscar el amor en su interior para poder compartirlo con los demás y entonces lograr un mundo mejor. Y ¿qué decir de Raskolnikov, ese gran personaje de una de mis novelas favoritas, Crimen y castigo, del ruso Fiódor Mijáilovich Dostoyevski? Tras el asesinato de una usurera se ve envuelto en una serie de imágenes de conciencia que desembocan en el remordimiento de su mala acción, y finalmente el amor logra que se arrepienta de su crimen. 

Así pues, desde el inicio de la humanidad han existido los valores como principios y virtudes que una persona o comunidad pueden observar a modo de buen comportamiento, dado que forman parte de su sistema de creencias, conductas y pensamientos. Bajo este parámetro tendríamos entonces que saber que el elemento clave en la formación de valores de un individuo no reside ni en la escuela, ni en las calles, ni en la vida laboral, ni en la vida social; reside en la familia, único sector que puede proporcionar valores a un ser humano.  

Basta leer algunas páginas de Corazón, de Edmondo de Amicis, libro en el que los valores son los protagonistas en la historia de Enrique, un niño de la escuela elemental que vive un sinfín de experiencias de las que podemos hacer mención, como en la que su padre le da una verdadera lección de amor acerca del respeto que debe observar siempre a su madre ante una falta no grave que aquél comete en presencia de su progenitora, o las sensibles palabras que le expresa respecto a la gratitud con la que siempre debe recordar a su maestro.  

Por lo tanto, si en el seno de cada familia se fomenta el amor desde la primera infancia y se refuerza con la lectura, hábito que sin duda cultiva al individuo, entonces estaríamos muy cerca de lograr una sociedad con valores que obviamente derivaría en un mundo de oro, el sueño de Alonso Quijano y de muchos de nosotros. 

 

 

 

Éricka E. Méndez Ortega 

eryelmeor@gmail.com 

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