Poesía para no expertos

La palabra “raíz” tiene en el diccionario múltiples acepciones, pero para los efectos de este artículo me quedo con esta: “causa u origen de algo”. Esa definición marca nuestras raíces. El punto de partida es crucial para identificar el punto de llegada. En la poseía no es diferente. La poesía es parte de nuestras raíces y ha acompañado al desarrollo de nuestra tierra a lo largo de los siglos. 

Así por ejemplo Miguel León Portilla nos legó el testimonio de quince poetas del mundo náhuatl. En esa antología destaca Tecayehuatzin de Huejotzingo. Quien fuera poeta y gobernante, dejó estos versos: 

¿Dónde andabas, oh poeta? 

Apréstese ya el florido tambor, 

ceñido con plumas de quetzal, 

entrelazadas con flores doradas. 

Tu darás deleite a los nobles, 

a los caballeros águilas y tigres. 

 

La poesía ha estado entretejida a nuestro devenir. Otro poeta, el rey poeta Nezahualcóyotl escribió: 

 

Estoy triste, me aflijo, 

yo, el señor Nezahualcóyotl. 

Con flores y con cantos 

recuerdo a los príncipes, 

a los que se fueron, 

a Tezozomoctzin, a Quaquauhtzin. 

 

Dos muestras de la riqueza de nuestra historia.  

Ya en tiempos de la Colonia, Sor Juana contribuyó a fortalecer y desarrollar las raíces del ser mexicano. Entre lo mucho que nos dio la poeta de Nepantla recojo los siguientes versos de Quéjase de la suerte: 

 

¿En perseguirme, mundo, qué interesas? 

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento 

poner bellezas en mi entendimiento 

y no mi entendimiento en las bellezas? 

 

Yo no estimo tesoros ni riquezas, 

y así, siempre me causa más contento 

poner riquezas en mi entendimiento 

que no mi entendimiento en las riquezas. 

 

En la transición de los siglos XIX y XX destaca la inspiración de otro gran poeta, el nayarita Amado Nervo, quien junto con Juana de Asbaje y Octavio Paz conforman a mi manera de ver la columna vertebral de la historia de la poesía en México y son fundamentales para entender lo que al inicio afirmé: identificar de dónde venimos. Nervo fue famoso por varios poemas, pero encontré La puerta, y quiero también dejárselo: 

 

Por esa puerta huyó, diciendo: «¡Nunca!» 

Por esa puerta ha de volver un día… 

Al cerrar esa puerta, dejó trunca 

la hebra de oro de la esperanza mía. 

Por esa puerta ha de volver un día. 

 

Cada vez que el impulso de la brisa, 

como una mano débil, indecisa, 

levemente sacude la vidriera 

palpita más aprisa, más aprisa 

mi corazón cobarde que la espera. 

 

Bajo la inspiración de la escuela de Nervo, es preciso incluir en este texto parte de un poema de la poblana Flora Otero Revilla de Martínez, quien escribió Poema de la tardecita triste, el cual se encuentra en la antología de poetas y escritores poblanos que publicara Don Enrique Cordero y Torres: 

 

Tardecita triste: cuando estoy contenta 

te gustan tus pálidas, monótonas horas,  

tras de los cristales, junto a la ventana, 

ver caer la lluvia, ver caer las hojas. 

 

Considero que uno de los encuentros con nuestras raíces que la poesía nos permite son los poemas de Octavio Paz, sobre todo dos de ellos, Blanco y Piedra de Sol; de este último extraigo los siguientes versos: 

un caminar entre las espesuras
de los días futuros y el aciago
fulgor de la desdicha como un ave petrificando el bosque con su canto
y las felicidades inminentes
entre las ramas que se desvanecen, horas de luz que pican ya los pájaros, presagios que se escapan de la mano.  

Como podemos observar, hemos viajado en unos cuantos párrafos a lo largo de nuestras raíces indígenas, españolas y mestizas, todo bajo la vigilante y celosa mirada de nuestros poetas, hombres y mujeres, que hacen que sus versos sean testigos de la historia y perfilen al mismo tiempo nuestro porvenir. 

 

 

 

Luis Antonio Godina

Twitter e Instagram: lgodina   

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