Poesía para no expertos

La frase: O tempora!, O mores! ¡Oh tiempos!, ¡oh costumbres!, era usada por el célebre orador romano Cicerón para reflejar la especificidad de las épocas. En los últimos meses el debate público se ha fincado en un tema sin duda polémico: la inteligencia artificial (IA), signo de los nuevos tiempos que amenaza con convertirse en costumbre cotidiana en el trabajo, la escuela o la casa. La IA ya está entre nosotros desde hace más tiempo, pues los teléfonos celulares, las tabletas o las computadoras son capaces de adelantarse, incluso nos ofrecen opciones y alternativas sobre temas que hemos buscado con anterioridad.  

Pero la aparición de opciones como ChatGPT han profundizado el debate sobre el uso y abuso de la IA en nuestra vida cotidiana. A fin de probar la utilidad de la IA para lo que ocupa este texto, la poesía, le pedí que escribiera un soneto sobre la tristeza; el resultado fue el siguiente: 

 

En un lienzo de lágrimas pintado, 

surge el azul profundo del pesar. 

El gris de los recuerdos al mirar, 

y el negro abismo de un sueño quebrado. 

 

El morado de duelos no olvidados, 

se entrelaza con verde del mar, 

donde la esperanza intenta nadar, 

pero por rojos miedos es atrapado. 

 

Aunque la paleta parece sombría, 

el amarillo del sol aún se asoma, 

dibujando un dorado nuevo día. 

 

Y es que en cada tristeza que entona, 

siempre hallará la luz su melodía, 

con colores que el alma entrona. 

 

En una primera impresión el soneto cumple con la norma: catorce versos, dos cuartetos y dos tercetos, la rima parece adecuada, pero algo falta. Algo falta. El mérito de mostrar así la manera de componer el soneto no lo hace, a mi juicio, poesía. Para ello falta más. Por ejemplo, acudamos al soneto de Jorge Luis Borges llamado 1964; tiene un tema similar, la tristeza; a continuación, se lo comparto: 

 

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.  

Hay tantas otras cosas en el mundo;  

un instante cualquiera es más profundo  

y diverso que el mar. La vida es corta  

 

y aunque las horas son tan largas, una  

oscura maravilla nos acecha,  

la muerte, ese otro mar, esa otra flecha  

que nos libra del sol y de la luna  

 

y del amor. La dicha que me diste  

y me quitaste debe ser borrada;  

lo que era todo tiene que ser nada.  

 

Sólo que me queda el goce de estar triste,  

esa vana costumbre que me inclina  

al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina. 

 

La diferencia es evidente, el poeta no necesita de algoritmos, big data o programadores, solamente precisa la suma de talento y vida, esa vida que no puede tener la IA. La imposibilidad de caminar por las calles, de disfrutar amaneceres o de amar, la imposibilita para escribir un poema; puede versificar, sí, pero la poesía es mucho más que eso, el mismo ChatGPT lo reconoce: “Apreciar la singularidad del talento humano es entender que, si bien la tecnología y la inteligencia artificial pueden emular y simular las creaciones poéticas, jamás podrán reemplazar la profundidad, la pasión y el alma con la que un poeta plasma sus versos. Porque en el fondo, la verdadera poesía no solo se escribe, se vive.” Más claro no puede estar. Usemos la IA para aprender a desarrollar otras esferas de la economía, la ciencia o tecnología, pero, por favor, mantengamos la poesía como un santuario ajeno a los programadores. 

 

 

Luis Antonio Godina 

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