Poesía para no expertos

A la memoria de Gustavo Mena Porras 

 

Cada 31 de diciembre, en algún lugar de la ciudad de Puebla, era común escuchar en la radio o en la televisión a Manuel Bernal declamar El Brindis del Bohemio, de Guillermo Aguirre y Fierro; tampoco podemos olvidar que, en el momento más emotivo del poema, el bohemio Arturo decía: 

 

¡Por mi Madre! Bohemios, por la anciana  

que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado,
porque sueña tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado. 

 

La cena de fin de año daba pie a alguna lágrima en recuerdo o en homenaje a la madre ausente, al escuchar al “declamador de América” decir ese poema. Asimismo, en la escuela secundaria era usual que alguien recitara en los concursos o en el día de las madres el Nocturno a Rosario, de Manuel Acuña, que canta estos versos más que edípicos: 

 

¡Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros 
mi madre como un Dios! 

 

A propósito del 10 de mayo, día de las madres, y sumergido en el internet y una que otra antología poética, me topé con dos poemas a la madre. Uno de ellos viene de la pluma de la poeta argentina Alfonsina Storni titulado Poema a la madre. Alfonsina se fue de este mundo en medio de un halo de misterio y se entregó al mar, dejó entre muchas poesías, estos versos: 

 

No las grandes verdades yo te pregunto, que 

No las contestarías; solamente investigo
Sí, cuando me gestaste, fue la luna testigo,
Por los oscuros patios en flor, paseándose.
Y sí, cuando en tu seno de fervores latinos,
Yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro
Te adormeció las noches, y miraste en el oro
Del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos. 

 

Escribir este texto me sirvió para saber que la madre de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, a quien conocemos, gozamos y sufrimos con sus letras, como Pablo Neruda, murió de tuberculosis cuando apenas él tenía unos meses de nacido. Confieso que esa parte de su biografía no la conocía, pero el texto que ahora les comparto, y con ese hecho que marcó la vida del poeta, nos deja un sabor profundo, dulce y amargo a la vez: 

 

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa, limpio de todo mal. 

¡Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más
y más. 

 

Los cuatro poemas que conforman esta entrega corresponden a épocas y estilos diferentes, pero tienen un solo objetivo: honrar y amar a las madres. La mía, partió cuando apenas alcanzaba los sesenta años; vayan también para ella estas líneas y estos versos que, como es propio de la poesía, viajan en el tiempo y en el espacio en espera de que alguien los capture. 

 

 

Luis Antonio Godina Herrera 

godinaluis@me.com 

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