Cuatro grandes escritoras

A lo largo de la historia han existido escritoras excepcionales. 

Como la poetisa griega Safo (630-570 antes de Cristo), habitante de la isla de Lesbos y recordada por haber escrito encendidos poemas dedicados a mujeres. Precisamente del nombre de esa isla donde vivió proviene la palabra “lesbianismo”. Por desgracia, de su obra sólo se conocen fragmentos. 

En épocas más cercanas a nosotros, y con motivo de que este mes se dedica desde hace algunas décadas a la mujer, propongo a nuestros sibaritas lectores que recordemos a tres grandes novelistas, las tres, para bien o para mal, inglesas. Y digo para bien o para mal, porque vivieron en un país y en una época de cambios sociales importantes, y ello las indujo a expresarse como lo hicieron, y sobre todo en ese género. Lo cual no ocurrió igual en otras naciones. El caso es que las homenajeamos como mujeres, no sólo por haber escrito sendas obras originales y señeras, sino por las condiciones en que lo hicieron. Y sobre todo lo hacemos para que nuestros lectores busquen sus libros y los disfruten. 

Igual que en los créditos de las películas, vamos por orden de aparición. 

En primer lugar, Jane Austen, nacida en 1775 y muerta en 1817. Ella escribió en condiciones familiares muy difíciles, pues resultaba impensable que una joven a principios del siglo XIX escribiera novelas. Y peor aún: novelas que tenían como personajes a los integrantes de la pequeña burguesía inglesa de ambiente rural. Su obra emblemática es “Orgullo y prejuicio”, publicada en 1813, aunque dos años antes había escrito su también célebre “Sentido y sensibilidad”. Sus obras fueron tan profundas y tan trascendentes, que a lo largo de los años han sido adaptadas a muchas versiones cinematográficas y televisivas, amén de que continúan leyéndose, sobre todo “Orgullo y prejuicio”. 

Otra gran escritora, sorprendente por haber ideado y escrito, apena luego de haber dejado la adolescencia, la gran novela “Frankenstein o el moderno Prometeo”, publicada en 1818, fue Mary Wollstonecraft, más conocida como Mary B. Shelley. Esto último tiene una explicación. Parecía impensable que alguien tan joven hubiera escrito una obra así de deslumbrante, de profundamente sombría y a la vez tan humana, y sobre todo siendo mujer.  Por eso, para que fuera publicada, se optó por que no usara su apellido, máxime por la costumbre de que en esa época y en Inglaterra las mujeres adoptaban los apellidos de su esposo. Por eso, durante varios años los lectores creyeron que en realidad el autor era su esposo, Percy Bysshe Shelley, pues era un notable poeta romántico. El azar quiso que Percy muriera poco después de publicada la novela, y Mary finalmente decidió asumir la autoría. 

 La otra gran escritora que merece ser recordada y recomendada es Emily Bronte, autora de una de las novelas más representativas del romanticismo, no de lo que conocemos hoy como “romántico”, sino de aquella corriente intelectual y artística que se desarrolló desde finales del siglo XVIII y que basó su filosofía en la libertad y el subjetivismo, contraria al racionalismo y a los principios clásicos. La novela a la cual me refiero es “Cumbres borrascosas”, también multiadaptada al cine y a la televisión. Se trata de una novela que crispa el ánimo del lector gracias al carácter sombrío e iracundo del personaje central, Heatchliff, con frases tan duras como esta: “Atorméntame cuanto quieras, si ello te divierte, pero déjame a mí divertirme del mismo modo, y guárdate muy bien de burlarte de mí.” Claro, también hay que resaltar el carácter indómito de la protagonista femenina, Katerin.  

Qué mejor forma de festejar a las mujeres ilustres, que leyéndolas.  

 

Miguel Campos Ramos 

camposramos@outlook.es 

 

Compartir

About Author

Related Post

Leave us a reply