El humanismo debía de ser pleonasmo

Silvino Vergara Nava 

 

¿Podemos confiar en los físicos?  

Quiero decir: ¿cree usted que estos  

estarían dispuestos a suspender  

temporalmente su labor desarmando de 

 este modo a los  

poderes políticos y militares?  

 

Correspondencia entre  

Claude Eatherly y Günther Anders 

 

 

Después de arrojar las bombas de Hiroshima y Nagasaky, respectivamente, los días 6 y 8 de agosto de 1945 por el ejército de Estados Unidos de América, uno de los pilotos del avión que arrojó las bombas se rehusó a recibir condecoraciones por lo sucedido. Durante su estancia en Estados Unidos de América, se dedicó a robar bancos y partes de coches, todo con la finalidad de ser detenido y purgar una sanción que no se había impuesto por alguna autoridad judicial; al contrario, las condecoraciones abundaban. Pero el remordimiento era mayor para el ex piloto Claude Eatherly. Donó dinero para las mujeres japonesas afectadas por las bombas atómicas, pretendió ser detenido y castigado, sin contar con buenos resultados, tuvo correspondencia permanente con el filósofo alemán Gunther Anders por su arrepentimiento; al final fue recluido en un manicomio. 

Sostuvo el filósofo alemán respecto del comportamiento de Claude Eatherly: “Vivimos en una época en la que la bondad es considerada una ingenuidad; la integridad, una estupidez; la compasión, una debilidad; el amor al prójimo, un signo de demencia”. Esta historia no es otra cosa que el abandono del humanismo por la propia humanidad. 

Pero, ¿qué es el humanismo? Muchos autores, escritores, teóricos, se dedican a sostener que el humanismo consiste en que el comportamiento de los seres humanos debe de tender a tratar a las personas como son, como un fin y no como un medio, a lo que también se denomina como: “respeto a la dignidad humana”, que ha sido tan importante en la última historia de la humanidad y que ha llegado a considerarse como: “el fundamento de los derechos fundamentales”. Precisamente, después de la segunda guerra mundial, la Constitución de Alemania –la ley fundamental de Bonn- inicia con el respeto de la dignidad humana, como el derecho sustancial en esa nación. 

El humanismo, por tanto, consiste en que las acciones, estudios, investigaciones, descubrimientos científicos y tecnológicos vayan encaminados a los seres humanos y a que todo lo que suceda sea en beneficio de la propia humanidad. 

Pero esto no es así, desafortunadamente; a las personas, a las mujeres y hombres se les utiliza para otros fines, más que para respetar sus derechos. El ejemplo es palpable. En la actualidad, muchos de los avances de la ciencia buscan otros caminos, más que considerar la importancia del ser humano. 

Uno de los escritores de moda en la actualidad, y recientemente fallecido, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, sostenía que se inventaron las medicinas ansiolíticas por los grandes laboratorios, pero no había personas enfermas en esa década de los cincuenta del siglo XX, por ello es que los medios se encargaron de fomentar el estrés, es decir, la medicina antes de la enfermedad. Hoy es uno de los grandes debates: ¿A dónde van la ciencia y la tecnología?, al grado de que ha llegado a la denominada “inteligencia artificial”, de la cual se ha sostenido que sustituirá en muchos de las labores de los seres humanos en el día a día. 

En la revolución industrial, por allí de los siglos XVIII y XIX, se sostuvo que las máquinas iban a sustituir las manos de los seres humanos; esto beneficiaría en que habría más tiempo de descanso, esparcimiento, etc. Pero eso no fue así, lo mismo que sucedió con la tecnología de la información; lejos de que hayan disminuido las labores, lo que sucedido es que ahora se trabaja para la tecnología. Basta con observar toda la serie de procesos y pasos que se llevan a cabo que provocan una mayor dependencia de cada mujer y hombre con la tecnología. Es más importante alimentar los datos que exige una máquina, que atender a un enfermo, un accidente, una emergencia. 

Así, observamos que la ciencia y la tecnología no apelan mucho por la humanidad; por el contrario, utilizan al ser humano para los beneficios propios de estas y, desde luego, de la economía. Por ello es que el principal filósofo del siglo XX, Martín Heidegger, sostenía que: “la ciencia se hace sin conciencia”, es decir, los científicos logran descubrimientos, estudios, invenciones que no se sabe para qué se utilizarán, ni quién los utilizará, y normalmente beneficia a las grandes corporaciones que absorben a la ciencia y a esas tecnologías, lo que se ha denominado como: “capitalismo financiero”, “capitalismo de la vigilancia”, o bien, “última fase del capitalismo”. 

Con esta descomposición de los últimos tiempos de la humanidad, muchas, pero muchas de las cosas que se hacen, se describen, se inventan, van encaminadas a otros fines, menos a la humanidad. La ciencia, la tecnología, la economía, la educación, la cultura y en ocasiones hasta las propias religiones, dejan a un lado a la propia humanidad  buscando sus propios intereses. 

Desde el ámbito jurídico se ha tratado de proteger a la humanidad, por ello es que han recobrado tanta importancia los derechos humanos. Pero se implementan los derechos humanos y la democracia como bandera para violar los derechos humanos; así, hay invasiones, guerras, batallas, genocidios, politicidios: ¡Para proteger derechos humanos! Una muestra más que palpable de la ausencia de humanismo en el quehacer diario de los seres humanos en esta post-modernidad. 

En realidad, todo el quehacer de los científicos, de la tecnología, de la cultura, de la economía, de la educación debía de atender y tener como finalidad al ser humano y no otros intereses. Por ello es que debería de ser el humanismo un pleonasmo, algo en lo que no debería de insistirse, porque todo lo que se hace y se dice es por y para la humanidad. Desafortunadamente, en estos tiempos no es así. Por ello, el humanismo no es un pleonasmo, es una necesidad.

 

 

(Web: parmenasradio.org) 

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