El lenguaje y las odiosas leyes

Sociología de la supervivencia

Silvino Vergara Nava 

 

 

 

“Estoy muy lejos de poner en duda el  

vigor de la noble lengua alemana, pero el  

hecho de que ahora no sirva para escribir 

 un código es, en mi opinión,  

un indicio más de que estamos  

atrasados en este sector del pensamiento.” 

 

Friederich Carl Von Savigny 

“De la vocación de nuestro  

tiempo para la legislación 

 y la ciencia del derecho”  

(1814) 

 

¿Por qué odiamos las leyes? Son muchas las razones por las cuales, particularmente en América Latina, odiamos las leyes. Alguna de ellas es porque siempre han sido una imposición; simplemente, basta responder esta pregunta: ¿Cuántas veces hemos sido consultados para reformar o proponer una ley? Evidentemente que la gran mayoría de los ciudadanos de a píe nunca, por eso odiamos las leyes.  

Pero otra de las razones por las cuales las rechazamos es por el problema del lenguaje, pues para gran parte de la población es in-entendible lo que se escribe en las leyes; por eso recurrimos a quien nos pueda explicar lo que dice una ley, y entones nos metemos en otro problema: la interpretación de las leyes, que resulta peor que acudir a ver a dos dentistas o médicos, porque cada uno de estos por lo menos tienen un criterio, pero el intérprete de las leyes puede, la misma persona, contar con un sinnúmero de interpretaciones que incluso ni él mismo entiende. Así de fácil es la interpretación de las leyes y su lenguaje. 

Y es que para la redacción de una ley, lo primero que hay que considerar es que, de su propia naturaleza, el lenguaje cuenta con dos eternos problemas: la ambigüedad, que consiste en que una palabra significa varias cosas, y la otra, la vaguedad del lenguaje, que es la falta de precisión de la palabras; es decir, en el primer caso, una palabra significa tantas cosas que nos confunde en lo que se pretende expresar, y, en el segundo caso, es decir, la vaguedad, es simplemente la falta de puntería del propio lenguaje, y queda tan abierta que, por ende, genera problemas de interpretación de un  texto. 

Esto no es propio de la lengua castellana, que es lo que nos corresponde, o idioma español, sino que se da en muchas lenguas; pero este problema se ha abordado por la ciencia jurídica. Para la escuela francesa del siglo XVIII resulta que es preferible hacer uso del  lenguaje común en la redacción de las leyes, para que todo ciudadano lo pueda entender y comprender, bajo la regla máxima que establece: “La ley clara no requiere de interpretación” (in legis claris non fit interpretatio).  

Por otro lado, está la escuela alemana, que en un principio, como lo dice el epígrafe, sostenía en pleno siglo XIX que no contaba con un vocabulario completo el idioma alemán para crear un código civil adecuado para regular a esa nación, por ello asumieron que a fin de crear sus leyes, particularmente de su código, contrario a lo sostenido por los franceses (dicho sea de paso, porque son dos culturas eternamente contradictorias en su pensamiento), se requiere no del uso del lenguaje común, sino de un lenguaje altamente tecnificado, por ende, cuando crean su código civil, sólo lo pueden comprender e interpretar los especialistas preparados; en cambio el código civil  francés es el que usa el lenguaje común para que cualquiera lo entienda.  

En el caso mexicano y la generalidad de las naciones de América Latina lo que sucedió es que se copió, lo que en la academia se llama “tropicalizar”, el sistema francés; es decir, las leyes deben dictarse en un lenguaje común, de fácil acceso para la población. Sin embargo, esto no impide que sigan siendo complejas en su interpretación actualmente, porque se mantienen lo dos problemas comentados del lenguaje: ambigüedad y vaguedad.  

El otro problema, aún más grave, es que últimamente se usan términos técnicos, tecnicismos, les llaman, debido a que cada día se requiere de más leyes que abarquen muchas especialidades; por ende, se ha usado un lenguaje técnico, y esto impide que cualquiera, hasta los propios abogados, puedan fácilmente interpretar la leyes, porque imponen conceptos que corresponden a cuestiones especializadas, por ejemplo médicos, químicos, biólogos, es decir, científicos, o bien, ahora de la tecnología de la información, donde de plano se hace uso de términos provenientes de otras lenguas, porque no cuentan con una palabra adecuada en nuestro idioma; por ello es que cada día es más complicada la interpretación de las leyes, empezado por el lenguaje que se utiliza. Así, muchos prefieren decir que las leyes deben denominarse: “las odiosas leyes”, en parte, gracias al lenguaje, pero sobre todo al legislador.  

 

 

 

(Web: parmenasradio.org)  

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