El Periquillo Sarniento

La novela picaresca española deriva de la figura del “pícaro”, que, según definición del Diccionario de la Real Academia Española, es alguien “listo”, “espabilado”, pero también “tramposo” y “desvergonzado”.  

Seguramente, estimable lector, ya pensaste: así es el mexicano. 

Mucho de razón hay en tal razonamiento. 

La figura del pícaro español se consolidó con la creación de la novela “El lazarillo de Tormes”, historia de un niño que era inocente pero que con el paso del tiempo se convirtió en un pícaro para poder sobrevivir.  

Y nosotros tuvimos la buena o mala suerte, según se quiera ver, de ser conquistados por los españoles, y no precisamente por la crema y nata de ellos, sino más bien por españoles osados y aventureros en busca de fortuna. 

Herencia de ello fue que los mexicanos originales aprendieron muchas mañas, y derivaron en un nuevo mexicano que se desarrolló a plenitud durante la Colonia.  

El escritor José Joaquín Fernández de Lizarde, uno de los mexicanos más brillantes que han existido en nuestra patria, llamado por antonomasia “el Pensador Mexicano” (en buena parte porque así llamó al periódico que editaba), aprovechó muy bien esa figura del pícaro español y nos legó su propia versión en su aclamada novela (primera por cierto escrita y publicada en América) “El periquillo sarniento”. 

Es la historia de Pedro Sarmiento, a quien desde niño en la escuela le aplicaron el mote de “sarniento”, alterando su apellido, y no precisamente por aseado y pulido, sino por descuido en su persona, y con el creció. 

La magia de la novela (que por supuesto recomiendo ampliamente si se quiere comprender un poco por qué somos como somos, es decir, si se quiere entender nuestra singular idiosincrasia) estriba, por un  lado, en su estilo: está escrita como una  larga carta que el “Periquillo” les lega a sus hijos con fines en gran medida educativos, donde les cuenta todas las aventuras que tuvo, mismas que no le dejaron prácticamente nada bueno, y por eso les deja en su escrito el mensaje de que no se comporten como él, sino que se vean en su espejo, en su vida en cierto modo desperdiciada. 

Por otro lado, retrata con meticulosidad el modo de ser no sólo del pícaro Pedro Sarmiento, sino de los mexicanos habitantes de la Colonia, producto de siglos de trato con los españoles, de quienes aprendimos, como el “lazarillo de Tormes”, a sobrevivir a costa de lo que fuera: con maña, con trampas, e incluso con desvergüenza. 

Cualquier semejanza con el mexicano actual, orgulloso de que como México no hay dos, no es mera coincidencia. 

“El periquillo sarniento”, una novela de lectura obligada que nos ayudará a entender mejor las raíces de nuestra manera de comportarnos. 

 

 

Miguel Campos Ramos 

camposramos@outlook.es 

X: @miguelcampos r15 

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