Poesía para no expertos 

 

Según los conocedores de la poesía mexicana hay tres grandes poetas, o mejor dicho tres poetas que se deben ubicar como centrales para comprender el fenómeno poético en nuestro país, a saber: Sor Juana Inés de la Cruz, Amado Nervo y Octavio Paz. Otros más se podrían agregar, pero siempre estará ahí Sor Juana. 

Desde la primaria nos contaban nuestras maestras la vida de Sor Juana, su lucha por estudiar, por leer y escribir en una Nueva España dominada por los hombres. Ella lo hizo y dejó una obra excelsa. Baste señalar lo que Octavio Paz apuntaba: “¿Qué distingue a un gran poeta? Según Eliot, tres cualidades: la excelencia, la abundancia y la diversidad.” Ella –afirma Paz– conjuga estas tres características en diferentes formas y ejercicios poéticos, por ejemplo –agrega– Primero sueño y El divino Narciso y varios poemas eróticos pertenecen “no sólo a la literatura de nuestra lengua sino a la de nuestra civilización.”1  

Dentro de los sonetos de amor y discreción, quiero compartir en esta entrega dos de ellos:  

 

EN QUE SE SATISFACE UN RECELO CON LA RETÓRICA DEL LLANTO 

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, 

como en tu rostro y tus acciones vía 

que con palabras no te persuadía, 

que el corazón me vieses deseaba; 

 

y Amor, que mis intentos ayudaba, 

venció lo que imposible parecía: 

pues entre el llanto, que el dolor vertía, 

el corazón deshecho destilaba. 

 

Baste ya de rigores, mi bien, baste: 

no te atormenten más celos tiranos, 

ni el vil recelo tu quietud contraste 

 

con sombras necias, con indicios vanos, 

pues ya en líquido humor viste y tocaste 

mi corazón desecho entre tus manos. 

 

QUE CONTIENE UNA FANTASÍA CONTENTA CON AMOR DECENTE 

Detente, sombra de mi bien esquivo, 

imagen del hechizo que más quiero, 

bella ilusión por quien alegre muero, 

dulce ficción por quien penosa vivo. 

 

Si al imán de tus gracias, atractivo, 

sirve mi pecho de obediente acero, 

¿para qué me enamoras lisonjero 

si has de dejarme luego fugitivo? 

 

Mas blasonar no puedes, satisfecho, 

de que triunfa de mí tu tiranía: 

que aunque dejas burlado el lazo estrecho 

 

que tu forma fantástica ceñía, 

poco importa burlar brazos y pecho 

si te labra prisión mi fantasía. 

 

En los tiempos que corren se dice que Sor Juana es poeta y no poetisa, aunque el diccionario acepta ambos vocablos; me quedo con el hecho de que esos sonetos los pudo haber hecho una poeta o una poetisa, pero su belleza pura es creación, es vida. Leerlos los hace atemporales, no son del siglo XVII, son de hoy, son de siempre. Tenía razón Luis Rius cuando decía que no se puede vivir como si la belleza no existiera, leer a Sor Juana nos recuerda que sí existe y está en su poesía, en su teatro, en su prosa. Este mes de marzo, al menos gastemos unos minutos leyendo a Sor Juana. Vale la pena. Pueden enamorarse de las letras y ese amor nunca traiciona. 

 

1 Paz, Octavio (1982), Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe. FCE, México, p. 620 

 

Luis Antonio Godina

godinaluis@me.com 

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