Cuando el arte se encuentra con la educación… ¿O viceversa?

¿Qué pasaría si la mayoría de los seres humanos pudiéramos expresar libremente tal o cual habilidad artística inherente a nuestro ser? ¿Tendríamos una sociedad mejor? ¿La visión de lo que desea cada ser humano para sí mismo se transformaría en una manera positiva de su actuar? ¿Las instituciones educativas serían la primera opción de esparcimiento? 

Parece ser que la respuesta a las interrogantes planteadas sólo las puede ofrecer la educación. Es cierto que la formación académica de todo estudiante se centra en las habilidades y operaciones mentales. Pero también es indiscutible que la imaginación, la abstracción y la libre expresión de las emociones de los educandos deben de ser la piedra angular de todo proceso formativo en cualquier nivel educativo desde la educación inicial, pues corresponde al quehacer docente la estimulación de la motricidad, la imagen corporal, el espacio, el tiempo, la emoción y el pensamiento, para el logro del desarrollo de las habilidades que fortalecen su estructura y les permite enfrentarse e interactuar en la sociedad de una manera más coherente, más fuerte y más creativa, ya que el arte es una forma individualizada de entender y expresar la realidad. 

Sin embargo, en el terreno educativo las artes no forman precisamente el núcleo de la enseñanza, sino más bien se las ha convertido en una extensión sin importancia dentro del plan de estudios y sin el escenario propicio más que para la clausura de cursos o festivales del Diez de Mayo. El consabido resultado de este actuar es que el concepto y práctica del arte queda, en los estudiantes, como un simple intento de lo que nunca podrá perfeccionarse, dificultando así el afianzamiento de una cultura de la enseñanza de las artes, dado que cualquier persona involucrada con esta disciplina demanda un crecimiento en conocimientos y habilidades. 

Sin duda, el papel que juega el docente en la vida académica del estudiante es comparable al papel de un padre para su hijo. Sus enseñanzas son determinantes para ese ente que va guardando paradigmas hasta que es independiente y comienza a crear los propios. Empero, si estos modelos fundamentales en la vida de todo ser humano le ofrecen al discípulo-hijo una toxicidad en la creatividad y libertad de expresión artística, causada por un racimo de insatisfacciones sociales emanadas de la misma vorágine del día a día, el mundo de las artes jamás encontrará terreno para desarrollarse. 

Por lo tanto, la enseñanza de las artes debe priorizarse en la formación académica; y es el maestro el que debe guiar toda expresión artística en el educando, para que juntos encuentren el mejor camino para florecer.  

 

 

Éricka E. Méndez Ortega 

eryelmeor@gmail.com 

Compartir

About Author

Related Post

Leave us a reply