Poesía para no expertos
Luis Antonio Godina Herrera
Para quienes votamos por primera vez en 1976 el avance democrático en México ha sido notable. En ese año, por ejemplo, solamente hubo un candidato registrado a la presidencia de la república y otro no registrado. El primero obtuvo casi todos los votos, me refiero a José López Portillo; el segundo, un millón de votos, que fueron para Valentín Campa, del Partido Comunista Mexicano.
Pero esta columna es de “poesía para no expertos”, y por tanto la pregunta obvia es ¿cómo vincular la democracia con el acto poético? Acudo para despejar esta incógnita a la memoria de los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado, años en los que la poesía de protesta o de denuncia ocupó la mente y la convicción de muchos jóvenes de aquellos años.
Por ejemplo, Rosario Castellanos escribió sobre el Dos de octubre de 1968 un poema central: Memorial de Tlatelolco, que es un testimonio vivo de un hecho que detonó la lucha democrática en México. Parte del poema dice:
La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
Para que nadie viera la mano que empuñaba
El arma, sino sólo su efecto de relámpago.
…
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,
a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Solo la lectura de estos versos nos mueve a la indignación y a la exigencia de democracia y transparencia.
Otro poeta, el jalisciense Jorge Hernández Campos, escribió un texto que era común escuchar en cualquier concurso o mitin en esos años. Me refiero a El Presidente, un poema extenso con párrafos que ponen de manifiesto el repudio al presidencialismo todopoderoso:
Yo soy ese
Solitario
Odiado
Temido
Pero amado
Yo hago brotar las cosechas
caer la lluvia
callar el trueno
sano a los enfermos
y engendro toros bravos
Yo soy el Excelentísimo Señor Presidente
de la República General y Licenciado Don Fulano de Tal.
Y cuando la tierra trepida
y la muchedumbre muge
agolpada en el Zócalo
y grito ¡Viva México!
por gritar ¡Viva Yo!
y pongo la mano
sobre mis testículos
siento que un torrente beodo
de vida
inunda montañas y selvas y bocas
rugen los cañones
en el horizonte
y hasta la misma muerte
sube al cielo y estalla
como un sol de cañas
sobre el viento pasivo
y rencoroso
de la patria.
Cabe señalar que mucho antes de esos años se ubican otros textos vinculados con la exigencia de libertad. Es el caso de la Elegía, de Miguel Hernández, y la Elegía para un Joven Compañero Muerto en el Frente, de Octavio Paz, ambos escritos en el contexto de la guerra civil española. Del poema de Paz reproduzco la siguiente parte:
Has muerto, camarada,
en el ardiente amanecer del mundo.
Has muerto cuando apenas
tu mundo, nuestro mundo, amanecía.
Llevabas en los ojos, en el pecho,
tras el gesto implacable de la boca,
un claro sonreír, un alba pura.
Te imagino cercado por las balas,
por la rabia y el odio pantanoso,
como tenso relámpago caído,
como blanda presunción del agua,
prisionera de rocas y negrura.
Te imagino tirado en lodazales,
caído para siempre,
sin máscara, sonriente,
tocando, ya sin tacto,
las manos de otros muertos,
las manos camaradas que soñabas.
Has muerto entre los tuyos, por los tuyos.
En muchos casos, los poetas se convirtieron en voces de resistencia contra regímenes autoritarios, y sus obras circulaban clandestinamente, desafiando la censura y los intentos de silenciamiento. La recepción de esta poesía variaba ampliamente, siendo celebrada en círculos de oposición, mientras que era censurada o ignorada por las autoridades y sectores conservadores. A esta poesía se le suma la voz de la canción de protesta, básica para entender los movimientos democráticos de nuestro tiempo: Víctor Jara, Los Folkloristas, Amparo Ochoa, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Horacio Guaraní, Mercedes Sosa, forman parte de las voces que siguen sonando y clamando por democracia, por el poder del pueblo, para el pueblo y desde el pueblo. La poesía acompaña estas cuatro sílabas ante el embate de quienes no toleran que esta forma de ver y vivir la sociedad siga viva.
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