El jazz hasta los huesos
Laurence Le Bouhellec
Aunque pueda parecer sorprendente, el jazz gozó de una muy buena acogida en territorio soviético a principios del siglo XX. La razón por la cual las mismas autoridades permitieron y favorecieron en algún momento su difusión es muy simple finalmente de entender: ser la música de una minoría oprimida y quedar asociada, por ende, a cierto tipo de lucha política. Rápidamente, la ciudad de Leningrado -ahora San Petersburgo- se volvió la capital del jazz soviético. Sin embargo, apenas una década después del primer concierto celebrado el 1 de octubre 1992, el jazz fue etiquetado como manifestación de la cultura burguesa. Los grupos y músicos extranjeros fueron vetados, mientras los grupos locales que pudieron sobrevivir a la censura vieron sus conciertos cada vez más limitados. Progresivamente las prohibiciones se extendieron también a la compra-venta de discos. Frente a la censura del Estado, la resistencia se organizó pronto y de una manera bastante original: reciclar soportes de radiografías con rayos X para grabar la música prohibida. La calidad de la grabación no era muy buena, pero por aproximadamente el cuarto del precio de una botella de vodka, el apasionado de jazz podía seguir escuchando unos cuantos minutos de su música favorita. Así nació la música grabada sobre huesos.
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