El perseguidor, de Cortázar

LIBROS 

Miguel Campos Ramos 

 

 

En 1959 Julio Cortázar, el célebre escritor argentino integrane del boom latinoamericano, publicó un relato titulado El perseguidor, en el cual hizo alarde del manejo de los tiempos verbales, dio de paso a sus lectores una clase de lo que es el jazz, y además rindió homenaje a uno de los grandes músicos y compositores norteamericanos del género, el saxofonista Charlie Parker. 

 Se trata formalmente de un relato que no es cuento, pero tampoco novela.  Se puede catalogar como una novela corta, una de las grandes novelas cortas latinoamericanas junto con El coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez, Aura, de Carlos Fuentes, Los cachorros de Vargas Llosa. 

Decía que con esta breve novela Cortázar nos da una clase de lo que es y cómo se debe apreciar el jazz. No da una cátedra, como habría dicho respecto a su música el protagonista, Johnny Carter, quien tocaba maravillosamente según su amigo y biógrafo Bruno V., aunque él lo desmintiera tajante), pero a través del retrato descarnado pero humano del saxofonista, así como de sus frases absurdas (“Esto lo estoy tocando mañana”), de sus reacciones como de golpe dejar de tocar en un concierto, o de sus constantes ingresos a hospitales para desintoxicarse por el consumo persistente de mariguana y alcohol, y desde luego sus consecuentes desvaríos y delirios como ver campos con urnas llenas de cenizas, hace sentir al lector la raíz de la que germina la música de jazz, así como su trascendencia artística. En opinión de Bruno V., el amigo y biógrafo de Johnny, éste era una clase de esos sujetos únicos, predestinados, como esos poetas y pintores que desbordan talento o tienen arranques delirantes de creatividad y no tienen la menor idea de por qué ni de dónde les viene. De ahí que en el jazz haya mucho de improvisación, y de experimentación. 

Así también Cortázar hace alarde de improvisación y experimentación en esta novela corta. No es nada convencional, y fue una especie de anticipo de lo que algunos años después sería el alarde estilístico que desarrolló en su magna novela Rayuela. 

En efecto, desde la primera línea en pretérito perfecto compuesto, o antepresente, como se le denominaba (“Dédée me ha llamado  por la tarde diciéndome que Johnny no estaba bien”), siguiendo con su relato normal en tiempo presente en tercera persona (“Se echa a reír, tose, y Dédée lo mira inquieta”), y llegando a un futuro contrastante, como si tratara de augurar el porvenir (“Pasarán por ahí dos de los chicos del nuevo quinteto”, “Entrarán otros músicos que tocan en el barrio”), Cortázar lograr que ese manejo verbal contraste con el manejo que el delirante Johnny hace del manejo de su propia interpretación del tiempo, como el ya citado “Esto lo estoy tocando mañana”), y logra así que la narración transmita al lector esa sensación de lo que es el jazz y el manejo del tiempo en sus ritmos. 

Sin duda, una breve obra que, además de entretenida, consigue adentrarnos en el gusto por el jazz, valiéndose de la figura del gran saxofonista Charlie Parker, representado en la novela por el alucinante y alucinado Johnny Carter. 

     

 

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@miguelcamposr15 

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