Felicidad y consumismo, consumismo y felicidad
Sociología de la supervivencia
Silvino Vergara Nava
“El hombrecito promedio de nuestras grandes
ciudades deambula entre las financieras
y el tedio rutinario de las oficinas, a veces
atemperadas con aire acondicionado.
Siempre sueña con las vacaciones y
la libertad. Siempre sueña con concluir
las cuentas hasta que un
día el corazón se para y adiós.”
José Mujica
En los últimos tiempos de la humanidad se nos ha enseñado, se muestra en el ambiente, se instruye por todos lados, que la felicidad es sinónimo del consumismo: No hay consumismo, no hay felicidad. Estos son los tiempos de la post-modernidad, somos consumidores o, bien, somos consumidos.
Y es que este consumismo no corresponde solamente a las clases más altas, esta sensación de que la felicidad es el grado de consumismo, está en todos los niveles de las clases sociales y económicas, desde luego que, en tanto algunos puede consumir en los grandes almacenes de otros países acudiendo de compras o, como ahora se denomina, “de shoping”, en el caso, hay quien acude a los grandes almacenes de sus ciudades, o bien, si no existe esa capacidad económica, entonces hay otras tiendas y almacenes de precios que se acomodan a la economía de cada persona. Según sus capacidades es como se mide actualmente el consumo y desde luego la felicidad.
A este fenómeno de asumir que felicidad y consumismo son sinónimos, es a lo que el ex presidente de Uruguay alude como la transformación a una “vida americanizada”. Es más, esta sensación de que la felicidad es el consumo, es lo que provocó que en los tiempos posteriores a la segunda guerra mundial en que se estaba reconstruyendo Japón, con la ayuda de Estados Unidos de América principalmente, se considerara que la cultura nipona se estaba “intoxicando” con la forma de vida de los norteamericanos, como lo citaba el sociólogo Zygmunt Bauman, porque estaban dejando sus tradiciones y costumbres por una vida de total consumo, que es sinónimo de la felicidad americana.
Desde los tiempos clásicos de los griegos, se sostenía que la humanidad contaba con lo que denominaban “pleonexia”, que consiste en esa sensación de siempre querer más de lo material; por ende, los seres humanos no nos quedamos satisfechos con lo que contamos. Por ello, no logramos la felicidad plena, de tal suerte que no son suficientes los bienes con que contamos materialmente, y ese es el fenómeno de lo que ahora es el consumismo al extremo, que tiene exacta relación con los tiempos que vivimos del sistema capitalista, que dejó de ser un capitalismo “productivo” y ahora se denomina “capitalismo financiero”, que es principalmente consumista, por lo cual muchas de las políticas públicas se transformaron para adaptar el capitalismo. Tal es el caso de los cambios de horario en muchos de los países del mundo occidental, que se denominó como “horario de verano”, que no era otra cosa más que permitir que los empleados, trabajadores, obreros, etc., puedan salir de sus oficinas, talleres, empresas, fábricas con luz de día, lo que da la sensación y el impulso de poder contar con tiempo suficiente para consumir, por ende, de ser feliz.
El filósofo más destacado del siglo XX, Martín Heidegger, sostenía que, entre otras cosas de los tiempos de la post-modernidad, el planeta se estaba utilizando como una estación de gasolina, es decir, que se estaba convirtiendo en un “depósito de combustible”, esto es que simplemente se estaban consumiendo los recursos naturales y que el riesgo es que estos algún día se agoten; en pocas palabras, el ser humano ha asumido el papel de tomar al planeta como un objeto más de consumo, por ello es que bien pudiera decirse que los cambios climáticos, los problemas ambientales, tormentas y huracanes atípicos, son muestra de ese extremo consumismo, que no es otra cosa que buscar alcanzar la “felicidad” con el consumo.
Ya lo decía el escritor inglés desde principios del silgo XIX, Aldous Huxley, en su obra monumental por su contenido Un mundo feliz, que se ha modificado la vida para que solamente esta sea felicidad de los humanos, viviendo en el hiper-individualismo. Citaba el autor: “El mundo es estable ahora. Las personas son felices; tienen cuanto desean, y no desean nunca lo que no puede tener. Están a gusto; están seguras; nunca están enfermas; no tienen miedo a la muerte; viven en una bendita ignorancia de la pasión y la vejez; no están cargados de padres ni madres; no tienen esposas, ni amantes que les causen emociones violentas; están acondicionados de tal suerte que, prácticamente, no pueden dejar de comportarse como deben. Y si cualquier cosa anda mal, ahí está el soma…”. Pues bien, esperemos que aún tengamos tiempo de considerar a la felicidad de otra forma que no sea el simple consumismo.
(Web: parmenasradio.org)
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