Minucias del idioma
Los oradores son muy dados a emplear latinismos, o bien palabras que, aunque ya se han castellanizado, derivan directamente del latín, por lo que no hay razón para alterarlas.
He aquí algunos casos:
Etcétera. No faltan quienes, creyendo en la máxima de Napoleón Bonaparte (“La repetición es la más vigorosa de todas las figuras retóricas”), cierran un discurso con la palabra “etcétera” pero repitiéndola varias veces: “Etcétera, etcétera, etcétera”.
Es pertinente señalarles que están incurriendo en una redundancia. La razón es que la palabra “etcétera” se deriva de las raíces latinas “et”, que significa “y”, y “caeterum”, que quiere decir “otros” o “el resto”.
De manera que cuando se emplea “etcétera”, se está diciendo “y otros”, y esos otros son todos los demás sin excepción. O ¿acaso decimos “Y otros y otros y otros”?
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Grosso modo. Con esta expresión se quiere indicar “de manera general”, “en términos generales”. Se emplea por ejemplo en la siguiente expresión: “Explícame grosso modo cuál es tu proyecto”.
El problema con esta expresión es que suelen anteponerle la preposición “a” convirtiéndola en “a grosso modo”, y no lleva dicha “a”. Además, la escritura correcta es conservando la doble “s”.
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Statu quo. Esta frase se escribe así y se pronuncia “statu quó”. El error estriba en que suelen agregarle a la palabra “statu” una “s” y dicen: “estatus qúo”.
Citar latinismos (e incluso expresiones de otras lenguas, particularmente griego) es sin duda impresionante. Y quien conozca tales idiomas puede estar seguro de que causará buena impresión al hablarlos o escribirlos, siempre que lo haga bien. Y es que cualquier auditorio queda gratamente impresionado cuando escucha tal tipo de expresiones. No en balde en otros tiempos la Iglesia católica practicaba sus ceremonias citando muchísimas frases en latín, o en griego. Hasta la fecha, en ciertos ritos se sigue practicando el uso de tales lenguas. Recordemos, para no ir muy lejos, la temporada navideña y sus letanías, con aquello del “Kyrie eleison”, que es de origen griego y significa “Señor, ten piedad”; o la frase latina “mater inmaculata”, que equivale a “madre inmaculada”.
Y ni qué decir del Derecho, donde el uso de expresiones latinas es tan recurrente.
Es bueno, como se ve, echar mano de latinismos y de expresiones en otras lenguas, pero será importante emplearlas bien cuando se pronuncian o se escriben, pues a veces no se sabe ni leerlas, y sólo se hace el ridículo.
Por cierto, la Academia de la Lengua Española recomienda que cuando se escriben frases ajenas a nuestro idioma, se haga en letras cursivas, como una manera de recordarle al lector que se están citando en su idioma original.
Miguel Campos Ramos
Twitter: @miguelcamposr15
meil: camposramos@outlook.es
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