Pedro Páramo

LIBROS 

Miguel Campos Ramos 

 

 

Según la tradición, el 18 de julio de 1955 salió a la venta Pedro Páramo, la celebérrima novela del no menos celebérrimo escritor jalisciense Juan Rulfo, nacido en 1917 como Juan Nepomuceno Pérez Rulfo Vizcaíno. 

 Esta pequeña gran novela está considerada como una obra maestra y como la precursora del realismo mágico. No en balde Gabriel García Márquez llegó a calificarla, si no como la mejor, sí como la más bella. Fue sumamente importante en la vida del narrador colombiano, a partir de que, según una anécdota, su amigo el poeta Álvaro Mutis, colombiano también, se la entregó al grito contundente de “Lea esta vaina, carajo, para que aprenda”. 

Y sin duda García Márquez “aprendió”. Baste con mencionar que su famoso inicio de Cien años de soledad, aquello de “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar…”, se parece muchísimo en la forma y el ritmo al siguiente párrafo de Pedro Páramo: “El padre Rentería se acordaría muchos años después…” 

Traigo a cuento esta novela de Rulfo porque es de fantasmas, de muertos. Hoy es ampliamente conocida su urdimbre. Pero en su momento, los primeros lectores debieron de sorprenderse y tal vez incluso de asustarse al estar leyéndola y, tras creer que se trataba de personajes vivos, descubrir que andando la historia empiezan a oírse quejidos y murmullos (no en balde Rulfo la iba a titular Los murmullos), y de golpe enterarse de que todos están muertos, incluido Juan Preciado, el hijo de Pedro Páramo, quien regresó a ver a su madre y ésta le pidió que fuera a Comala en busca de su padre. 

Sí, estimables lectores, todos están muertos en esa historia magistral. 

Juan Rulfo supo contar, con recursos muy cinematográficos (como saltos en el tiempo y planos secuencias), una historia que bien podría calificarse “de miedo”, si no fuera porque en ella prevalece la belleza literaria por encima del simple efecto fantasmagórico. 

Pero, además, el gran jalisciense supo reflejar el sentir de los mexicanos hacia la muerte, esa dicotomía de respeto y burla a la vez, dicotomía a la cual es tan proclive la idiosincrasia mexicana. 

Siendo una novela tan corta, bien merece ser leía o releída (según) en este mes en el cual en México lo mismo se rinde culto a los muertos que se les festeja, igual que sucede en esa Comala del cacique Pedro Páramo, sobre todo cuando este exclama luego de enterarse de la muerte de su gran amor, Susana San Juan: “Me cruzaré de brazos y Comala morirá de hambre.”  

 

 

camposramos@outlook.es 

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