Poesía para no expertos

Luis Antonio Godina Herrera 

 

 

Sin con algún momento de la historia de México se identifica el movimiento muralista mexicano es con la revolución. La revolución fue un movimiento telúrico que impulsó un cambio brutal en diferentes esferas del país; el arte pictórico, la literatura y la poesía no fueron la excepción. Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, acompañados por los iniciadores como el Dr. Atl y Roberto Montenegro, dieron un giro a la pintura impulsados por José Vasconcelos, quien desde la secretaría de educación permitió que los muros de los edificios públicos se convirtieran en lienzos. Nos queda de estas generaciones el placer de disfrutar su colorido y con este repasar nuestra historia en una paradoja que suma andares religiosos con la ideología revolucionaria. 

Para la crítica de arte Raquel Tibol, “casi todos los murales – y en toda su práctica- están compuestos con base en asuntos de franca tendencia humanista que parten o llegan siempre a los temas medulares de las luchas de liberación de los pueblos oprimidos; las luchas de los desposeídos para conquistar una efectiva justicia social, y el repudio a la guerra para oprimir, sojuzgar y envilecer a los débiles”. El muralismo devino en la justificación de los regímenes postrevolucionarios, y su carga ideológica fue en su momento notoriamente marxista. No en balde dos de los tres grandes (Siqueiros y Rivera) militaron en el Partido Comunista Mexicano. 

En la poesía y la literatura también la revolución tuvo un impacto notable. Destaco a Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán y al mismo Vasconcelos, y sin duda a Ramón López Velarde, de quien se aprecia en su poética la influencia de la revolución. El inmenso poema Suave Patria inicia como especie de declaración de principios: 

 

Yo que sólo canté de la exquisita 

partitura del íntimo decoro, 

alzo hoy la voz a la mitad del foro 

a la manera del tenor que imita 

la gutural modulación del bajo 

para cortar a la epopeya un gajo. 

  

Navegaré por las olas civiles 

con remos que no pesan, porque van 

como los brazos del correo chuan 

que remaba la Mancha con fusiles. 

  

Diré con una épica sordina: 

la Patria es impecable y diamantina. 

 

López Velarde repasa la provincia mexicana y hace universal su amor platónico (Fuensanta), al lograr que el son del corazón de México lata de manera diferente después de leer su poesía. Muchas justificaciones tiene la revolución Mexicana, una de las mayores y más significativas son los versos eternos de López Velarde, o las pinceladas de Orozco en la biblioteca de Jiquilpan. 

Asimismo, Miguel N. Lira, otro poeta de la revolución, hizo una apología a los héroes del movimiento armado y de paso los vinculó con la Cuba de José Martí, al escribir el Corrido de Catarino Maravillas 

 

Catarino maravillas 

de noche cruzó la mar, 

Llegó de Cuba la linda 

y nadie lo fue a esperar. 

Se fue por el mal gobierno 

que lo quería asesinar. 

 

Primero fue maderista 

en guerra con el rural. 

¡Que viva Pancho Madero 

y don Aquiles Serdán! 

 

Madero murió a balazos 

-¡la cosa se puso mal!-. 

Catarino maravillas 

con Zapata fue a pelear. 

 

 

 

Catarino maravillas 

piensa regresar a México 

cuando haya Revolución. 

 

 

Muralismo y poesía en el primer tercio del siglo XX forman parte del mismo fenómeno revolucionario. Están en la entraña de la revolución con parte de los mismos efectos y de las mismas causas. Es tiempo de encontrar a los nuevos Rivera, Siqueiros, Orozco o López Velarde, sus plumas convertidas en pinceles, sus pinceles convertidos en plumas hacen falta en estos tiempos. 

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