Poesía para no expertos

Luis Antonio Godina Herrera 

 

 

Decía, y con razón, el gran músico mexicano Mario Lavista que “la relación entre la poesía y la música siempre ha permanecido en el ámbito de los sueños”; considero que en buena medida esa conceptualización podría aplicarse también al del teatro y la poesía, pero con un agregado: el teatro y la poesía nacieron y han vivido unidos a lo largo de los siglos. 

En efecto, desde la antigua Grecia, la versificación era la forma en que se comunicaban en público quienes describían la realidad, ese es el caso de los poemas homéricos La Ilíada y La Odisea, y de las comedias y tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, quienes también eran poetas. Por ejemplo, en la tragedia Edipo Rey de Sófocles, el uso del verso poético intensifica la experiencia del espectador al capturar la desesperación y la impotencia de Edipo frente a su destino inevitable.  

Cientos de años después, en plena etapa del Renacimiento, una dupla de personajes hicieron evidente la simbiosis: teatro – poesía – poesía – teatro; me refiero a William Shakespeare y a Félix Lope de Vega y Carpio. Ambos fueron dramaturgos y poetas. Ambos impusieron su estilo, y el segundo, de no ser por Cervantes, habría sido la máxima gloria de las letras españolas. Por ejemplo, Shakespeare, en Hamlet, usa el verso al escribir: 

Ser o no ser, esa es la cuestión: 

si es más noble para el alma soportar 

las flechas y pedradas de la áspera Fortuna 

o armarse contra un mar de adversidades 

y darles fin en el encuentro. Morir: dormir, 

nada más. 

 

Por su parte, Lope de Vega más de media vida se la pasó encerrando pensamientos y sentimientos en la rima y fue autor de mil ochocientas piezas teatrales, empleando el verso para darles cauce. Sobre el uso del verso en el teatro Lope dice: 

Las décimas son buena para quexas; 

el soneto está bien en los que aguardan; 

las relaciones piden los romances, 

aunque en octavas lucen por extremo, 

son los tercetos para cosas graves, 

y para el amor las redondillas. 

 

Después del Renancimiento el teatro, el arte dramático, trató de desprenderse del arte poético. El humanismo se encamina a buscar la prosa como la forma privilegiada de ese arte. No obstante, en los siglos XX y XXI se mantuvo esa relación, así Federico García Lorca, en Bodas de Sangre, utilizó el lenguaje poético para crear una atmósfera lírica que acentuaba los temas de amor, muerte y destino:  

¡Ay luna que sales!  

Luna de las hojas grandes.  

¡Llena de jazmines la sangre!  

¡Ay luna sola!  

¡Luna de las verdes hojas!  

Plata en la cara de la novia.  

¡Ay luna mala!  

Deja para el amor la oscura rama.  

¡Ay triste luna!  

¡Deja para el amor la rama oscura! 

 

Pero si bien el teatro se puede definir como un crisol de las culturas, la poesía, según León Felipe, es así:  

Deshaced ese verso. 

Quitadle los caireles de la rima, 

el metro, la cadencia 

y hasta la idea misma. 

Aventad las palabras, 

y si después queda algo todavía, 

eso 

será la poesía. 

 

Resulta evidente la vinculación entre teatro y poesía. Pero si me permiten una recomendación, no discriminen. Hay que disfrutar ambas manifestaciones del arte. No desperdiciemos la oportunidad de aprender de ambas, un verso o un diálogo nos hacen vivir, pues nos permiten respirar. 

 

 

 

Twitter e Instagram: lgodina   

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