Poesía para no expertos

Luis Antonio Godina Herrera 

 

En un mundo convulso, amenazado por tiranos de diferente signo, orates que toman decisiones absurdas, que pueden afectar a millones de seres humanos que somos tan sólo espectadores, escribir sobre la importancia de la lectura y la poesía es un espacio único para ejercer a plenitud la libertad. Nadie es más libre que quien lee y selecciona de manera autónoma sus lecturas. Jorge Luis Borges se autodefinía como “lector hedónico”, ése es el tránsito que debemos experimentar, pasar de las lecturas escolares “forzosas” a las lecturas cuyo único fin es el placer. 

Irene Vallejo escribió el Manifiesto por la Lectura, en el que desarrolla conceptos que en mucho están emparentados con la posición de Borges, pero que sobre todo permiten tener una visión clara sobre el signficado de la lectura en nuestro tiempo. Sostiene – y con razón – que lo que diferencia a los seres humanos de otras especies es la lectura, la capacidad de imaginar a través de las letras que se integran en frases, oraciones, versos, para de ahí significar sueños, ideales, quimeras. Vallejo define a la lectura “como una brújula” y a las palabras como “un hechizo cargado de futuro.” 

En ese importante texto cita a Marguerite Yourcenar, quien afirma: 

«Quisiera consignar un milagro trivial, del que uno no se da cuenta hasta después que ha pasado: el descubrimiento de la lectura. El día en que los veintiséis signos del alfabeto dejan de ser trazos incomprensibles en fila sobre un fondo blanco, arbitrariamente agrupados, y se convierten en una puerta de entrada que da a otros siglos, a otros países, a multitud de seres más numerosos de los que veremos en toda nuestra vida, a veces a una idea que cambiará las nuestras, a una noción que nos hará un poco mejores o, al menos, un poco menos ignorantes que ayer». 

 

El mismo Borges en el Poema de los Dones define a los libros como un camino que le da luz a su ceguera: 

Nadie rebaje a lágrima o reproche 

esta declaración de la maestría 

de Dios, que con magnífica ironía 

me dio a la vez los libros y la noche. 

 

La lectura como camino para encontrar si no la verdad, sí cuestionar o entender mejor nuestra realidad o imaginar una vida diferente. La palabra como el eje de la lectura, la tradición oral como origen, la invención de la escritura y del libro como la ruta. Como bien señala Irene Vallejo: “Nadie se da cuenta al tener un libro en las manos, el esfuerzo, el dolor, la vigilia, la sangre que ha costado. El libro es sin disputa la obra mayor de la humanidad.” El libro está por encima de la inteligencia artificial, sigue venciendo y se transforma de manera dinámica. De hecho, autores como Calderón de la Barca escribieron sobre el libro: 

Discreto amigo es un libro: 

¡qué a propósito habla 

siempre en lo que quiero yo, 

siempre en lo que yo no quiero…! 

 

Una de las formas de ejercer la lectura es a través de la poesía. Ya sea en silencio o en voz alta, la poesía es una de las formas cimeras de la lectura. Octavio Paz en Decir, hacer desarrolla la relación entre poesía y palabra, las cuales encuentran su síntesis en la lectura. Transcribo un fragmento: 

 

Entre lo que veo y digo, 

Entre lo que digo y callo, 

Entre lo que callo y sueño, 

Entre lo que sueño y olvido 

La poesía. 

Se desliza entre el sí y el no… 

 

La poesía 

siembra ojos en las páginas 

siembra palabras en los ojos. 

Los ojos hablan 

las palabras miran, 

las miradas piensan. 

 

Los ojos 

se cierran 

Las palabras se abren. 

 

Son tiempos convulsos. La lectura puede ser un refugio, un espacio no de escape sino de entrega para vivir y revivir. Los invito, las invito a leer. A tomar un libro y agotar cada página, cada letra. Todos los libros enseñan algo. El libro es nuestra mejor arma para responder a quienes quieren atajar nuestra libertad. El libro es la mejor espada, el mejor bálsamo. Es también el mejor vino.  

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