La cultura popular del temor

SOCIOLOGÍA DE LA SUPERVIVENCIA 

Silvino Vergara Nava 

 

 

“La cuestión es que el temor se ha  

convertido en parte de la cultura popular 

 y alimenta nuestra imaginación  

inquieta y apocalíptica: terremotos,  

tsunamis, otros desastres naturales y  

crímenes de guerra han dejado de  

estar en un plano remoto de la realidad. 

Yo temo, luego existo.” 

 

Zygmunt Bauman

 

 

Sostenía el filósofo Baruch Spinoza (1632-1677) que el futuro se ve desde dos perspectivas por los seres humanos: esperanza y miedo. En la cultura popular se han desarrollado en diversas etapas de la humanidad esos dos comportamientos de la vida, en ocasiones la sensación mayor de la población es de esperanza, y en otras, el ambiente generalizado es el miedo, ambos son parte de la cultura popular. 

En el mundo premoderno la generalidad de la población vivía atemorizada con el futuro: desde las invasiones, la pérdida de sus pocas pertenencias, las restricciones a sus libertades, las guerras, las hambrunas, las enfermedades, eran una constante en la vida; las autoridades, como el príncipe o rey, eran de lo más temido por la población, pues la población era parte de su propiedad, por lo cual él podía disponer de esta; por ello, la única esperanza no estaba aquí en la tierra, sino que, en esa cultura popular, así, la esperanza era celestial. 

Las cosas cambiaron en los tiempos de la modernidad: había más esperanza con los inventos y descubrimientos científicos, con los avances de la ciencia por excelencia que era la física. 

Así se llegó al siglo XIX, que fue el siglo de la modernidad, por lo cual en la cultura popular la esperanza era terrenal. 

El campo del derecho tenía que ver con estos dos comportamientos de la población en aquellas épocas, miedo en una y esperanza en la otra.  

En los tiempos de la pre-modernidad, el derecho estaba conformado por una serie de regulaciones dispersas, ordenamientos por doquier, sin orden alguno, conformado por una serie de regulaciones de una gran cantidad de legisladores y autoridades.  

Y por ello no se unificaba nada, al contrario, se generaban contradicciones permanentes y una serie de autoridades legislativas que multiplicaban las ordenanzas, lex, bulas, etc.; es decir, el derecho era el reflejo de la época, de la cultura popular, la incertidumbre y el miedo. 

Pero en el caso de la modernidad (que, dicho sea de paso, no es lo que hoy estamos viviendo), la postura fue contraria: sí se estaba implementando cierta seguridad con el conocimiento científico, y más que eso, se estaba generando esperanza en el futuro; entonces el derecho no era la excepción;. 

En los tiempos de la modernidad, lo que se implementó por el derecho fue la seguridad jurídica. 

La seguridad jurídica, un concepto tan trillado por los abogados, no es otra cosa más que inyectar en la cultura popular, en el ambiente generalizado, la esperanza. Desde luego, los textos jurídicos raramente lo dicen, pero es la esencia de ese concepto, la seguridad jurídica brindaba certidumbre, estabilidad en el comportamiento de las personas, permitía conocer qué conductas tenemos prohibidas, permitidas y obligadas desde la ley; por ello, el éxito del derecho de esos tiempos de la modernidad fue haber brindado esa seguridad jurídica, es decir, esperanza. 

Pero hoy, desde luego que no vivimos en los tiempos de la modernidad, que no sabemos cómo denominarles; por ello, algunos le denominan “post-modernidad”, otros más le llaman “modernidad tardía”, pero la características de estos tiempos, lo que estamos viviendo en el día a día de nuestra cultura popular, es que estamos ante el temor, el miedo sobre el futuro, la ausencia de esperanza.  

Si en la cultura popular de la pre-modernidad la esperanza era celestial, en el caso de la modernidad la esperanza era terrenal, pero en estos momentos nos preguntamos: ¿Existe la esperanza? 

Y es que lo que vivimos en estos tiempos de la humanidad es la desesperanza. Por ello no nos debe de sorprender los desafortunados suicidios que se suscitan, incluso, hasta con los menores de edad; no se visualiza un horizonte claro en el futuro de la humanidad, pero sobre todo en el futuro mediato de la población, de la cultura popular. Por ello hablamos de incertidumbre, de falta de confianza en nuestro futuro, lo cual se refleja con nuestras instituciones, que han perdido legitimidad, lo mismo que los gobernantes, pasando por los partidos políticos y el Estado. Pero eso no es todo, también se ha perdido credibilidad en los conocimientos, por ello se habla de la pos-verdad; desde luego, se ha perdido la fe sobre la ciencia, se asume que la ciencia es uno de los mayores riesgos de la humanidad, sobre todo hablando de la tecnología de la información y de la biotecnología; la mayor prueba de esto es lo que sucedió con el desastroso covid: muchos no se vacunaron por la falta de credibilidad en el conocimiento científico, otros asumieron enfáticamente que fue creado ese virus mortal por la propia ciencia, es decir, vivimos en la cultura popular tiempos de incredulidad. 

En el campo jurídico sucede lo mismo: hoy no contamos con la certeza de que lo que firmamos se vaya a cumplir, que la otra parte efectivamente haga lo que le corresponde en ese contrato o convenio; esto mismo sucede con otra serie de actividades de la rutina diaria, el temor está allí, se respira en la cultura popular, y no solamente por las cuestiones políticas, porque asumimos la ineficacia de las instituciones del Estado, sino también en la ciencia, pasando por la incredulidad de nuestros médicos, de los propios profesores, que hoy se encuentran tan desprestigiados; lo mismo sucede desafortunadamente con los pastores o sacerdotes de las iglesias; en el propio comportamiento de las personas; por eso hablamos no de las utopías, sino de las “retrotopías”, es decir, asumimos que lo de antes era mejor. Así, nuestra cultura popular es del miedo y no de la esperanza.

 

 

Web: parmenasradio.org

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