La lectura: herramienta de desarrollo y placer

Miguel Campos Ramos 

 

 

¡Cuántas personas han cambiado el 

 rumbo de su vida gracias a la lectura de un libro!:  

Henry David Thoreau 

 

 

Sin duda, una de las actividades más disfrutables y útiles es la lectura. 

Es disfrutable porque leyendo libros de ficción (novela, cuento, teatro, poesía) o de no ficción (crónica, reportaje) se viaja por países remotos y hacia épocas pasadas, y se conocen hechos y gentes interesantes. No en balde la poetisa norteamericana Emily Dickinson (1830-1896) dijo: “No hay mejor fragata que un libro para llevarnos a tierras lejanas.” 

Unas ocasiones se viaja en algo así como paseos turísticos o de aventuras que nos ponen enfrente, digamos, de los grandes monumentos egipcios (con todo y sus legendarios faraones), de heroicas batallas como la guerra de Troya, o de acontecimientos y personas que han contribuido al desarrollo de la humanidad y que por eso son dignos de formar parte de los anales de la historia. 

Otras veces, a través de las narraciones y poemas de grandes autores, nuestra imaginación despliega sus alas con total libertad y podemos compartir las vidas de entrañables personajes y caminar con ellos por selvas, desiertos, ríos, mares, incluso asteroides y planetas remotos, lo mismo hermosos que horrendos, mágicos que descarnadamente reales. Con razón el filósofo francés René Descartes (1596-1650) sentenció: “La lectura es una conversación con las personas más ilustres de siglos pasados.” 

Pero la lectura resulta además útil porque una de sus funciones es transmitirnos conocimientos, los cuales podemos aplicar en nuestras acciones diarias para que obtengamos un mejor provecho de nuestro desempeño profesional y humano. 

Por lo anterior, resulta dudoso que un niño, adolescente o joven desarrollen su mente para generar ideas, si durante las muchas horas que pasan frente a su computadora o celular se limitan a buscar información y a imprimirla para entregar tareas, máxime que la mayoría de las veces ni siquiera se ocupan en leerlas. Y ya no se diga de las horas y horas que se la pasan “navegando” en las mal llamadas redes sociales, para sólo enterarse de verdades a medias o para despertar su morbo. A lo más, desarrollarán una gran habilidad para teclear o mover el “ratón”, e incluso para hallar rápidamente algún dato, igual que hace una persona cuando busca una palabra en un diccionario y tiene habilidad para dar con la página correspondiente. Una persona así no tendrá capacidad de dirigencia o liderazgo. Se limitará a servir a otros, a realizar lo que le indiquen, a seguir instrucciones, a obedecer al dirigente, al líder, Recordemos el dicho de Santa Teresa de Jesús: “Lee y conducirás; no leas, y serás conducido.” 

Vale la pena por esto reflexionar en una célebre anécdota (posiblemente apócrifa, pero sin duda aleccionadora). 

Se cuenta que el filósofo griego Bías de Priene (nacido en el año 470 a. C.), quien fue uno de los famosos siete sabios de la antigua Grecia, se reunía regularmente con sus amigos cercanos para platicar acerca de cómo les iba. Ellos le contaban que habían adquirido fincas, viñedos, cabezas de ganado, etc., y al llegarle su turno, él reponía: “Yo he comprado y leído libros, he ido a cursos y conferencias con maestros y he viajado.” Ellos le recomendaban que pensara en su vejez y que para ello invirtiera su dinero en bienes materiales. Y él, filósofo al fin, reponía: “En eso precisamente pienso.” Pero ellos no le entendían.  

Así, volvían a coincidir, y ellos presumían de sus logros. Uno había comprado más viñedos y ya exportaba vinos, otro tenía más fincas, otro más había duplicado las cabezas de ganado. Y al tocarle su turno, Bías reponía lo mismo: “He comprado y leído libros, he ido a cursos y conferencias con maestros, y he viajado.” Ellos, sin entender, y hasta molestos, le decían: “Estás loco, piensa en tu vejez.” Y él reponía, sin que ellos le entendieran: “En eso precisamente pienso.” 

Un mal día, se anunció que los persas estaban invadiendo las provincias griegas. ¿Qué les quedó a los griegos? Emigrar.  

Y en el camino coincidieron Bías y sus amigos. El de las cabezas de ganado llevaba sólo una carreta con dos bueyes tirándola y jalando otros tres o cuatro. El de los viñedos sólo llevaba una carreta con algunos barriles. El pobre de la finca no llevaba nada, había dejado todo. Bías, por su parte, iba caminando muy tranquilo. Sus amigos se molestaron porque no llevaba nada, ni siquiera sus libros. Y le reclamaron. Pero él, sabiamente, repuso: “Se equivocan. Todo lo mío lo porto conmigo.” Todavía ellos le preguntaron que dónde, y él les señaló su cabeza. 

Sí, ahí llevaba toda su riqueza, y con ellos, sin duda, sobreviviría en cualquier parte, pues esas riquezas eran los conocimientos que había adquirido gracias a haber comprado y leído libros.  

Hay un dicho que reza: “Los conocimientos son el único equipaje que nunca nos roban.”  

He ahí la gran importancia de la lectura. 

 

 

camposramos@outlook.es 

YouTube: miguelcamposramos6715 

x: miguelcamposr15 

Compartir

About Author

Related Post

Leave us a reply