“La máquina del tiempo”

En la novela de ciencia ficción “La máquina del tiempo”, de H. G. Wells, el viajero del tiempo llega hasta el fantástico año 862 701.  

Se ha dicho que el escritor lo hizo adrede, para que fuera casi imposible llegar a ese año y compararlo con la época actual. 

Algo así como lo sucedido con la novela de George Orwell “1984”, que por cierto fue escrita en 1948, y a la cual se le vino el tiempo encima, y muchas de las cosas que predijo para el año del título no sucedieron, aunque sí un poco el tema de vigilancia vía infinidad de cámaras de video… 

El punto es que el viajero de “La máquina del tiempo” de Wells se topa con una civilización atrasada y estancada, en lugar de una civilización extraordinariamente avanzada, con inventos futuristas, como era de esperarse por la fecha. 

Los morlocks y los eloi son las dos razas, o las variantes de la raza humana en que ésta derivó. 

Los morlocks viven bajo tierra, y los eloi fuera. 

Los primeros trabajan, inventan, pese a su aspecto monstruoso dadas las condiciones en que sobrevivieron y viven.  

En tanto, los eloi son humanos bellos, rubios, jóvenes. No hay viejos ni niños entre ellos.   

El problema es que los eloi son algo así como “ganado”. 

En efecto, los morlocks los alimentan… para comérselos como reses. 

El viajero del tiempo descubre esta atrocidad y lo menos que hace es enfurecerse, al ver la dejadez de los eloi. 

Cuando intenta ponerse en contacto con éstos, casi no hablan. Se limitan a comer y a pasear, igual que el ganado. 

Pero hay una chica, Weena, quien accede a charlar con el viajero, y al preguntarle éste qué pasó con la civilización, ella lo lleva a un edificio, una especie de cúpula, que se supone fue alguna vez una biblioteca. Ahí le muestra unos aros parlantes, los cuales hablan al girar, como si fueran audiolibros. Por ellos el viajero se entera del desastre que dio lugar a esa evolución, o más bien involución. 

Al preguntarle a Weena si hay libros, ésta le muestra un estante lleno de ellos, y él, emocionado, se acerca. Sólo que al intentar tomar uno, se le deshace entre los dedos. Igual que otro, y que todos. Son libros que nunca fueron leídos; envejecieron y literalmente se hicieron polvo. 

Independientemente de la terrible lección que quiere darnos Wells acerca de un futuro terrible debido a la indolencia y descuido de los humanos con respecto al cuidado de nuestro planeta (lo cual por desgracia pareciera estar ocurriendo ya), nos está indicando que la importancia de los libros es fundamental en el desarrollo y la evolución de la humanidad. Y sobre todo la lectura de libros tradicionales, sean en formatos de papel, plástico, o lo que sea, e incluso en formatos electrónicos. Con “tradicionales” quiero decir libros COMPLETOS; no resúmenes, como se hace con muchos audiolibros.  En descargo, hay una tendencia a crear audiolibros que se puede abrir digitalmente y que son copia fiel del libro original.  

Los aros parlantes de la novela de Wells son eso, fichas o resúmenes de hechos pasados, no la narración sistemática de la hisoria. No son libros en sí mismos. 

Hay una desidia terrible hacia la lectura. Los jóvenes de hoy, por más que se insista en que es cuando más están leyendo, quieren cosas rápidas y fáciles. Si por ellos fuera, el libro ideal sería “aquel que no hay que leer”, sino sólo conectarlo a su cráneo mediante algún gadget para que pase textual a su mente, como la descarga de un archivo mediante un puerto USB a una memoria. 

Por supuesto, en el remoto caso de que esto llegue a suceder algún día, el riesgo es que sólo se acumularían información, palabras, imágenes, pero faltaría la capacidad de discernimiento. Esa capacidad de reflexión que sólo la lectura formal de un libro “formal” nos brinda. 

Conque bienvenida la tecnología a los libros, pero no olvidemos que la creación de una obra es algo personal y pensado por el autor, no trozos de su pensamiento, porque entonces ya no estamos leyendo a ese autor, sino anécdotas de su obra. 

Pero, en lo que cabe, vale la pena aprovechar la tecnología en materia de libros, pues gracias a ella hoy tenemos mayor acceso a la lectura, y eso es algo. 

 

 

Miguel Campos Ramos 

@miguelcamposr15 

camposramos@outlok.es  

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