Para la paz mental se requiere la paz social

“Por mi parte, sigo en la mía, o sea,

con el firme propósito de luchar por

el derecho a brazo partido y

cada día con mayor impulso, pese a que

no dejo de observar que se acrecienta la dificultad.

No pierdo la confianza en el derecho

ni bajo los brazos. Se impone seguir con

nuevos bríos y a nuevas dificultades

y arbitrariedades oponerles más

resistencia y empuje”

Raúl Eugenio Zaffaroni

 

Se puede decir mucho de la paz mental de las personas; en esto se han involucrado muchas disciplinas y profesiones para poder ayudar a alcanzarla. Empezando por pastores o sacerdotes, antropólogos, filósofos, sociólogos, psicólogos, médicos, psiquiatras, artistas de las bellas artes. Desde luego, en los últimos tiempos: economistas, profesionales sobre trabajo social, geriatras, comunicólogos, hasta profesores de fisicoculturismo, profesionales en imagen personal y profesional. Pero, para llegar a esa paz mental que se anhela para todo ciudadano de a pie, parece que al que no le han preguntado es al derecho y a quienes lo estudian, que, de entrada, vale la pena decir que no son solamente los abogados. Existen muchas profesiones alrededor del derecho que lo interpretan, y en muchas de las ocasiones, mejor que los propios abogados; tal es el caso de los contadores públicos y los administradores.

Claro que cualquiera pudiera decir: ¿Qué tiene que ver el derecho con la paz mental? Desde luego que todo, o por lo menos casi todo. Ya lo decía uno de los filósofos de mayor importancia en nuestra América Latina, Carlos Santiago Nino: “El derecho, como el aire, está en todas partes”. (NINO Carlos. “Derecho Moral y Política”. Siglo Veintiuno Editores Argentina. Argentina, 2014) Y, efectivamente, el derecho se encuentra en todas partes, incluso en la paz mental.

¿Cómo puede haber paz mental, si es que se vive en la incertidumbre jurídica? ¿Qué paz mental puede tener el propietario de un negocio, por muy grande o pequeño que sea, con leyes llenas de ambigüedades, vaguedades, contradicciones? ¿Qué puede decir de la paz mental quien está en manos de un tribunal o de un juez del que no se conoce más que su nombre y que resolverá el futuro de esa persona? ¿Dónde queda la paz mental para aquel que está esperando una licencia, permiso, autorización, y depende de un funcionario público que de su encargo público solamente conoce la ubicación de su oficina?

Efectivamente, no puede haber paz mental si es que no hay derecho, es decir, si es que se vive en un sociedad en donde no se ven en el ambiente la justicia y seguridad jurídicas, que es de lo que  tratan  los fines del derecho, que buscan un fin máximo, que es la paz social, y con ella desde luego que, por simple añadidura, se alcanza la paz mental para muchos de los ciudadanos.

Pero, ¿esto de las paz social lo saben los propios estudiosos del derecho? Particularmente, ¿están enterados los propios abogados de esto de que el fin último del derecho es la paz social? Todo da a entender que no. Se encargan de memorizar leyes, disposiciones legales en sus tiempos de estudiantes, por lo que no les da tiempo para otra cosa, menos para “filosofar” sobre los fines máximos del derecho. Por ello es que se ubican las materias que les sirven para conocer sobre ello, una al principio de la licenciatura que se mal denomina “Introducción al estudio del derecho”, y la otra al final de los estudios de licenciatura que se denomina  “Filosofía del derecho”. Otros estudiosos del derecho, con el paso del tiempo, se van enterando de esos fines y de que éstos buscan la paz social y, desde luego, permiten aspirar a la paz mental.

Del lado de los que estudian simplemente al Estado, pues menos aún aspiran a pensar que el Estado permite que los miembros de la sociedad lleguen cada uno a la paz mental. Si partimos de la propuesta de Tomas Hobbes, menos aún, pues hay que recordar que la postura del profesor inglés es que el Estado es el monstruo de la Biblia lo suficientemente duro, fuerte y grotesco como para que mantenga en terror a la población y con ello no se estén matando los miembros de esa sociedad, ya que el hombre es el lobo del hombre. Así, poco interesará la paz mental de las mujeres y hombres; por el contrario, debe haber el suficiente miedo al Estado para que se preocupen de él y, así, no dañen a los miembros de su población. Desde luego que la postura antagónica apreció 200 años después con el francés Juan Jacobo Rousseau y su justificación de que el Estado permite restringir parte de la libertad de las personas y con ello del ser humano, para poder vivir en plenitud. Quizá aquí es donde encaja ese anhelo de que los ciudadanos lleguen a una paz mental. Pero para ello es necesario una paz social, que solamente la da el derecho. Esperemos que los estudiosos sobre ello vayan tomándolo en consideración, pero principalmente las mujeres y hombres que forman parte de las instituciones y de las organizaciones del Estado, que son los menos enterados de su papel. (Web: parmenasradio.org)

 

Silvino Vergara Nava

(Web: parmenasradio.org)

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