Sobre la dificultad de definir el Amor

Si nos dirigimos al diccionario de la RAE y buscamos el significado de la palabra «Amor», nos daremos cuenta que la entrada en cuestión es uno de los artículos más largos de dicho diccionario: contiene 14 definiciones o acepciones de dicha voz, todas ellas más o menos dispares y contradictorias entre sí, pues van desde cuestiones relacionadas con el sentimiento de afecto puro y desinteresado que alguien puede llegar a sentir por otro ser, pasando por sentimientos de insuficiencia en el individuo que le hacen llegar a sentir la necesidad de otro ser para lograr la felicidad, hasta cuestiones puramente relacionadas con la fisiología animal y el apetito sexual.

A tales acepciones se suman además 21 formas complejas del mismo término con sus propias definiciones principales y secundarias cada una, tales como «amor libre», «amor platónico», «amor propio», entre otras.

No nos detendremos en ninguna de ellas, pues el espacio no lo permite, pero pueden ser consultadas por cualquiera que en ello se interese desde la propia página de internet de la Academia. Baste esta mención como una prueba de lo difícil y complejo que es definir un concepto, o mejor dicho, un estado del ser, que parece en sí mismo indefinible.

Quizá una buena idea sea empezar por intentar definir el amor justamente estableciendo lo que no es.

Son muchos los que están de acuerdo en afirmar que el amor, para ser tal, o mejor, para ser real, debe de ser un sentimiento exento de egoísmo. Un afecto puro basado en el deseo de bienestar y de libertad de otro ser, muy alejado del deseo de poseerlo y de recibir el mismo afecto a cambio. Pues si se espera algo a cambio, ya no es amor. Eso en sí mismo ya nos da de entrada una pista de que el mero deseo por estar con alguien, así como el apego, no necesariamente es amor. Sin embargo, tampoco es menos cierto que sentimos apego (algo muy humano) por las personas a quienes amamos. De no ser así, probablemente ya estaríamos en el estado de amor y compasión universal que caracteriza a los santos, pero ése no es el caso de la mayoría de los seres humanos. Eso complica en demasía la indagación sobre lo que es y lo que no es el amor, abriendo un abanico infinito de posibles  matices sobre las manifestaciones de este sentimiento.

Luego está el problema de que no existe un solo tipo de amor.

Existe el amor de pareja, pero existe también el amor de padres, el amor de amigos y de hermanos. Y también existe el amor propio. Podemos citar también el amor por el arte, el amor al conocimiento, a la verdad, a la justicia, a la patria, etc; el amor por el prójimo o filantropía (un terreno muy propio de la ética y de la religión). Incluso la admiración suprema por algo o por alguien, por una idea o una persona, puede ser considerada como una forma de amor, a veces muy intenso también.

Dicho todo lo anterior, ya nos podemos hacer una idea de lo complicado que es definir esa palabra de uso tan común para todos nosotros, pero realmente muy poco comprendida por la mayoría.

¿Qué hacer entonces para mitigar toda esa confusión ante un concepto tan humano y tan universal como el que nos ocupa?

Sin duda, como ya vimos al inicio de este artículo, recurrir al diccionario es algo por completo insatisfactorio. Las definiciones que presenta sólo recogen los usos más o menos populares que la gente hace de tal concepto, pero no abunda ni profundiza en el asunto de manera que nos ofrezca una explicación suficiente. ¿Qué opción tenemos entonces para llegar a la verdad sobre el tema?

Para teorizar, lo más recomendable será siempre recurrir a la filosofía, a los pensadores que ayer y hoy han indagado en el problema del amor y lo han presentado desde las diferentes perspectivas que aborda el examen de la razón y la propia introspección del alma humana. Tales lecturas, y el propio discernimiento, llevarán con el tiempo al individuo a hacerse una imagen más correcta del amor como idea y como sentimiento, acercándolo al entendimiento de su verdadera esencia, aun cuando ésta sea inexpresable en las definiciones de la pura literalidad de los textos académicos.

Y más allá de definiciones y razonamientos, cuando el ser humano siente amor real, simplemente lo sabe con certeza absoluta.

 

 

Miguel Campos Quiroz

camposquirozmiguel@gmail.com

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