Sobre la «utilidad» de leer literatura

La caverna 

Miguel Campos Quiroz 

 

 

«Los chicos leen de la forma en que todos deberíamos leer: simplemente disfrutan lo que leen. Y esa es la única clase de lectura que yo concibo. Debemos pensar en la lectura como una forma de la felicidad, como una forma de alegría.» 

 

Jorge Luis Borges 

 

Si partimos del hecho de que el arte, por su propia condición y naturaleza, no tiene otra utilidad o finalidad que no sea la belleza en sí misma (o de lo contrario no es arte), y para cuya realización de dicha finalidad, que es en sí misma la más elevada que puede existir, el arte busca impresionar nuestras almas a través del deleite y el embeleso de nuestros sentidos y nuestras mentes a través de las formas bellas y armónicas, y reconocemos a su vez a la literatura como una de las bellas artes (particularmente en su sentido de ficción literaria, pues el término «literatura», en su sentido más general y prosaico, alude a toda forma de producción escrita, desde un manual hasta un documento científico o académico), tenemos entonces que la literatura como arte no tiene otro fin que la expresión de la Belleza a través de la palabra, y en consecuencia, el acto de leer no debe buscar más utilidad que deleitarse en esa Belleza y encontrar en ella el asombro, el placer, y la felicidad. Esto Borges lo tenía muy claro. 

Y en verdad, el acto puro de la lectura, como el acto puramente contemplativo que es, no sólo nos causa un gran placer, sino que es una de las formas más elevadas que existen de la felicidad. Cuando una obra literaria es bella, algo resuena en nuestras almas, toca las fibras más sensibles de nuestro ser, nos emociona y nos conmueve, a veces incluso hasta las lágrimas, sin que sepamos exactamente por qué, y algo es transformado para siempre dentro de nosotros. Tal es el poder que tiene la palabra. 

Desde luego, no toda literatura es bella. Algunos libros nos informan, pero no nos conmueven. Nos dan noticia sobre hechos pasados o presentes, científicos o técnicos. Otros textos son excesivamente realistas o de mera denuncia, y sólo nos muestran realidades humanas miserables y terribles. Desde luego, tales textos pueden ser de algún interés para algunos, pero no cumplirán con las pautas de la Belleza que exige la literatura como arte y la lectura como forma de la felicidad. Por supuesto, puede tener mucho que ver también la forma en que uno de tales libros está escrito, pues también se pueden expresar las cosas más crueles y terribles de maneras muy bellas y poéticas (como en la tragedia, la epopeya, o la novela histórica de calidad), pero siempre será la Belleza como fin en sí misma y la ausencia de valor puramente utilitario e instrumental la condición de la literatura que merece ser leída. 

De allí que hay géneros literarios que deberían ser considerados como superiores, como la Alta Fantasía, que nos permite escapar y nos hace soñar, liberándonos momentáneamente de las arideces y miserias de la realidad y dando con ello un respiro a nuestros espíritus, y que por desgracia es un género en nuestra actualidad tan infravalorado y relegado al limbo de la literatura de segunda. 

Ahora bien ¿significa todo ello que no puede sacarse un beneficio práctico del acto contemplativo de leer? La respuesta es un rotundo no. 

Si bien es verdad que la lectura en su forma más pura, como Borges afirma, no debe buscar nada más allá del deleite y la felicidad de quien la pone en práctica, tampoco puede negarse que el acto de leer en sí mismo ya nos trae por añadidura muchos beneficios más allá del de elevar al espíritu humano a lo más alto del Empíreo. El primero de ellos y el más obvio, es que ejercita nuestro pensamiento y nos da conocimiento. También nos da vocabulario y nos capacita para hacer un mejor uso de nuestro propio lenguaje, además de que nos aporta cultura general y una visión más amplia e integral del ser humano, convirtiendo así al asiduo lector en un verdadero hombre de mundo, conocedor de su cultura y de sí mismo a niveles muy profundos. A nivel moral, también es muy cierto que la buena literatura siempre promueve valores elevados y enaltece los grandes ideales universales de Bien, Belleza y Verdad prevaleciendo por encima del cinismo y la perversidad de nuestra época. 

Pero más allá de todo ello, la experiencia directa de la Belleza que se puede llegar a vivenciar a través del acto de leer puede llegar a ser equiparable verdaderamente a la experiencia mística, que transforma para siempre al individuo y a la manera en que éste se ve a sí mismo y a sus semejantes. Pues es un hecho que el arte y la Belleza nos humanizan, y quien se humaniza, se vuelve necesariamente una buena persona. 

Parecida finalidad a la de leer literatura, es la de leer filosofía, excepto que esta última busca la contemplación de lo Bello no a través de la ficción artística, sino de las Ideas Eternas. Ya no se trata aquí del arte por el arte mismo, sino del pensamiento por el pensamiento mismo, ambos por la mediación del asombro y del arrebatamiento extático. 

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