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Conversación en familia: Pilar para el desarrollo humano

Museo de Familia, República Dominicana. Fotografía de la colección:  Let’s Go To The Museum. Año: 2016, Santo Domingo, República Dominicana.

 

 

Destaca por su arquitectura única el Museo de la Familia del país caribeño, la casa en sí es una pieza de colección pues es la única construcción que posee una ventana doble gótica en todo el continente. Este museo revela el estilo de vida de las familias acomodadas del Siglo XIX e incluye, dentro de su estructura, las habitaciones y espacios que dan cuenta de qué hacia una familia y cómo estaba constituida.

Miles de visitantes se maravillan con la mansión ubicada en Santo Domingo y se trasladan a través de la imaginación a ese siglo, en el cual la familia tenía un valor incalculable y era respetada como una institución fundamental de la sociedad.

Uno de los espacios emblemáticos de la casa es el conversatorio: formado por un juego de cuatro sillas, una mesa redonda al centro para el té y dos mesabancos en los flancos con un piano vertical que tilda la estancia por su elegancia y sencillez.

En esta área de la casa, la familia se reunía a conversar sobre todo aquello que les competía en lo general y sobre las particularidades de cada miembro. Se aconsejaban, se tomaban decisiones, se ejecutaban los planes, se proyectaba el futuro y se preparaban las grandes noticias que la familia le daba a la sociedad a la que pertenecía.

El diálogo era considerado fundamental para la convivencia y el desarrollo de cada individuo, y el diálogo en familia, con mucha mayor razón. Nada quedaba fuera del círculo familiar, todo se hablaba antes de hacerse. Debemos recordar que, en las casas de aquella época, la clase adinerada producía alimentos y otros productos de autoconsumo y también para su comercialización, de manera que además de casas eran empresas productivas, y los miembros de la familia también eran miembros de una corporación comercial, entonces, mantener la adecuada comunicación era fundamental para el éxito de la familia. Las individualidades o la exclusión deterioraban la posición y ponían en riesgo el abolengo del apellido.

Aunque el modus vivendi de la sociedad victoriana tanto de Europa como la misma heredada en América obligaba a las familias a comunicarse mejor, este hábito permeaba en todas las esferas humanas más allá de las relaciones comerciales, y la cohesión entre la pareja y los padres e hijos era tan fuerte que naciones enteras se consolidaron gracias a que su núcleo era sólido y fuerte.

Lamentablemente con el paso de las décadas y el apabullante avance de la era tecnológica en los siglos recientes, los valores que cimentan a la familia se han perdido, los roles de empleados de ambos padres han dejado a los hijos a la deriva y a merced de los medios de comunicación masiva, la publicidad abrazadora y el consumismo desprovisto de moral.  Ya no hay comunicación al interior de la familia, y la sociedad se tambalea en una fuerte carencia de identidad, el desarrollo humano se ha quedado estancado y se miran con añoranza los años en los que una taza de té arropaba una charla entre padres e hijos.

 

 

Eduardo Pineda

ep293868@gmail.com

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