No image

El umbral del arte, un sendero por descubrir: los museos como recinto, aposento y refugio

Museo de Louvre, Paris, Francia. Fotografía de la colección: “Arte infinito”, del gobierno de La Francè, durante la presidencia de François Mitterrand. Año 1994.

 

 

La realidad que vivimos en la era de la posmodernidad ha puesto delante de nosotros un velo, una cortina de anhelos ilusorios y de metas sin sentido, que nos hacen caminar hacia ninguna parte y nos saturan de deseos mundanos y banales. De alguna forma es parte del modo de vida dentro del capitalismo feroz y el consumo arrebatado y desprovisto de humanismo.

En medio de esta locura por la compra venta y de este alud de trivialidades que genera un vacío nunca tan profundo y amplio como en la actualidad, sólo un rasgo que el ser humano ha generado a lo largo de su historia nos puede salvar: el arte -la expresión última de la sensibilidad y la imaginación, de aquello que no existe en la realidad física y que sin embargo nos hace soñar, vivir y morir-. El arte es el último refugio que nos queda; las religiones han sido rebasadas por la inmoralidad, y sus instituciones han sido prostituidas por la corrupción de los poderes fácticos, el conocimiento científico ha sido reemplazado por el utilitarismo tecnológico, la filosofía se ha relegado a una colección de curiosidades académicas, el deporte se ha vuelto un negocio millonario.

¿Qué nos queda si no el arte?

-Nada, ya no queda nada, pero el arte se basta a sí mismo.

Nos ofrece una visión propia, una realidad que no requiere de la divinidad, ni de la competencia, ni de la explicación ociosa de un montón de científicos ególatras, tampoco necesita la aprobación de una academia, ¡no!

El arte se basta a sí mismo, es un manantial de realidades paralelas creadas por el hombre y donde sólo él puede habitar, es un mundo emanado de una mente y regalado a sus congéneres para su apreciación y disfrute.

El arte se salva, se mantiene, se sobrepone al tiempo y al espacio, está eximido de la crítica de los “que saben”, el arte es indiferente a las opiniones, es solitario, indistinto, único, y por eso prevalece.

¿Dónde está esa colección de realidades, esas creaciones de los dioses hechos hombre?

-En los museos, en las galerías, pero también en los estudios de los artistas que no han tenido tanta suerte o que no han tenido la fortuna de morir para ser reconocidos.

A lo largo de las líneas que en los próximos meses continuaré escribiendo, la invitación seguirá siendo la insistencia de acudir a estos refugios-aposento, a esos caudales de agua fresca para saciar la sed que nos deja la realidad mundana, a estos refugios, recintos de silencio en medio de la turbulencia del competir y ganar, de la tecnología abrasadora, de los corazones que laten por latir.

La necedad seguirá presente, la terquedad de pararse frente a una escultura, una pintura o una fotografía y perderse por un rato en los sederos de la imaginación del artista, en el descubrimiento de la otredad a través de breves pinceladas o fuertes cinceladas que nos esculpan el alma y nos tiñan la sangre. A través del óleo, el mármol o el papel con el que se construyen los sueños a pesar de los pesares…

 

 

Eduardo Pineda

ep293868@gmail.com

Compartir

About Author

Related Post

Leave us a reply