En la cocina, el arte se esculpe y también se come
GASTRONOMÍA
Daniel Parra
Y no me refiero a esa habilidad casi sobrenatural de algunos chefs para hacer una hamburguesa parecer una obra de arte (aunque, con hambre, todo vale), sino a las verdaderas esculturas gastronómicas que transforman los ingredientes más comunes en piezas dignas de un museo. Desde el hielo hasta la fruta, las esculturas alimenticias han convertido la cocina en una galería, mezclando creatividad y técnica con precisión casi quirúrgica.
Aunque pueda parecer un invento moderno de chefs extravagantes buscando impresionar en Instagram, las esculturas de comida tienen raíces profundas. Se sabe que el arte de tallar alimentos se remonta a la antigua China y Tailandia, donde ya se trabajaban frutas y verduras para crear decoraciones elaboradas en banquetes imperiales. En la Europa renacentista, las mesas de los reyes y nobles también incluían animales y figuras mitológicas hechos de azúcar, mantequilla o masa, como una forma de exhibir riqueza y estatus.
Las esculturas de hielo llevan siglos siendo una parte fundamental de los banquetes lujosos, y su frescura sigue fascinando hasta hoy. Esas hermosas piezas, talladas con paciencia y fuerza bruta, son algo más que simples decoraciones: son monumentos efímeros que reflejan la luz y deslumbran a los invitados. Algunas veces cumplen funciones más prácticas, como sostener mariscos o enfriar champán, pueden tallar desde cisnes hasta estructuras casi arquitectónicas, y todo en cuestión de horas antes de que comiencen a derretirse ante tus ojos.
El mukimono, que en japonés significa “arte de tallar vegetales”, es una práctica centenaria que requiere años de perfeccionamiento. Desde zanahorias convertidas en flores hasta melones transformados en paisajes, este tipo de escultura busca embellecer los platos y resaltar la importancia estética de los alimentos. Takehiro Kishimoto, chef japonés, ha llevado este arte a un nivel casi poético, es uno de los nombres que más suenan en el mundo del mukimono. Sus frutas y verduras no sólo decoran, sino que cuentan historias.
Las esculturas de azúcar son una verdadera tentación visual. Aquí es donde la repostería se encuentra con la arquitectura. Los caramelos, el chocolate y el mazapán se esculpen en figuras detalladas, desde castillos hasta pequeños personajes. Uno de los más célebres en este campo es Amaury Guichon, un chef suizo que ha llevado las esculturas de chocolate a otro nivel. Si bien es cierto que los relojes y las esculturas de dragones que crea parecen más aptos para una galería de arte que para una merienda, él siempre encuentra la manera de recordarnos que todo es, al final del día, completamente comestible.
Y no podemos dejar de mencionar la mantequilla que, especialmente en Estados Unidos, ha sido una tradición en ferias desde el siglo XIX. Figuras enormes de vacas, granjeros y escenas del campo se esculpen para deleitar a los asistentes. La escultora Linda Christensen es una de las más reconocidas en este curioso arte.
Las esculturas en la gastronomía nos recuerdan que comer no sólo es nutrir el cuerpo, sino también deleitar los sentidos. Ya sea en hielo, frutas o en mantequilla, lo comestible se vuelve inolvidable cuando lo transforman en arte.
Instagram: CandingaMx
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