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Joan Didion: el año del pensamiento mágico

Fotografía: www.revistavanityfair.es

 

I 

Fundadora del llamado “Nuevo periodismo”, novelista, guionista de cintas tan dispares como la crudísima Pánico en needle park –de 1971 y que convertiría en estrella al hasta ese entonces desconocido Al Pacino– y el remake de la fundacional Ha nacido una estrella –de 1976 y protagonizada por una Barbra Streisand que nunca voló tan alto en la taquilla como ahí– y, además, celebrada en vida como leyenda de las letras Norteamericanas, Joan Didion –hasta su muerte el 23 de diciembre de este 2021 a causa de un mal de Parkinson con el que llevaba años luchando– fue muchas cosas y excelsa en todas ellas. 

Pero, sobre todo, Joan Didion fue una mujer muy amada. 

II 

Porque existen pocas historias de amor tan hermosas y dolorosas como la que vivió al lado de su marido, el novelista John Gregory Dunne -quizá uno de los pocos escritores que ha elevado el best seller a la categoría de alta literatura-, una que ha quedado documentada en biografías, comentarios de amigos y en varias fotografías perfectas a la hora de retratar lo que es una verdadera dicha marital. 

La historia va más o menos asi: Nacida en 1934 en Sacramento, California, Didion se había curtido dentro de la revista Vogue antes de publicar en 1968 Slouching towards Bethelem, recopilación de ensayos que mostraba esa mirada clínica y poética donde detrás de sus infaltables anteojos negros se convertiría en quien sentaría las bases de una nueva manera de hacer periodismo, de narrar el mundo exterior siempre anteponiendo al mundo interior. 

Pero antes de su consagración como la gran cronista del esplendor y el miedo detrás del llamado sueño americano, Didion había conocido al periodista, novelista y tímido ex tartamudo John Gregory Dunne. Después de casarse en 1964 y habiendo adoptado una hija, Quintana Roo Dunne, en 1966, lo de ambos fue uno de esos matrimonios que provocaban envidia y al cual aplicaban todos los clichés sobre cómo uno acababa las frases del otro y no podían estar separados mientras ambos alumbraban joyas que bien podrían ser crónicas descarnadas sobre la guerrilla en El Salvador, el fin del sueño hippie o esa novela donde un sacerdote debe decidir entre la amistad y la vocación -la fantástica Confesiones verdaderas, de Dunne, que sería llevada al cine con Robert Duvall y Robert De Niro como protagonistas-, y se dedicaban a vivir una dicha que parecía iba a ser infinita. 

Pero, aunque el amor sí lo sea, ninguna felicidad es para siempre. 

III 

Es al inicio del magistral y esencial El año del pensamiento mágico (2005, editado en nuestro idioma por Random House) cuando Didion narra, con esa maestría que la convertiría en leyenda, el momento en el que todo se vino abajo, muy abajo: En el año 2003, ella y Dunne regresaban después de una de esas tantas cenas románticas que, aun pasada la setentena, seguían compartiendo como muestra del amor que se tenían, cuando Dunne se desplomó para no volver a levantarse; infarto fulminante que terminaría con la vida de aquel a quien había elegido como guardián de su llama. 

Lo peor no sólo estaba por venir, sino que continuaría, ya que en medio de los últimos ritos y en el momento en el cual comenzaba a asumirse como viuda, la tragedia continuaría cuando su hija Quintana Roo sufriría un accidente que la pondría en un coma del que ya no despertaría. 

Teniendo como única compañía la locura y el horror de saberse alguien no sólo sola, sino la última sobreviviente de una historia que en su mente no concebía tendría un final, Didion se sentó a escribir una de esas obras maestras que surgen una vez cada siglo: El año del pensamiento mágico, especie de memoria y libro de autoayuda que sólo pretende ayudar a su autora y que nos acaba iluminando con su inteligencia, crudeza y resignación ante lo inevitable. Al publicarse, colocó a Didion en lo más alto de su fama y reconocimiento, algo que no deja de sorprender ante el dolor contenido en aquellas páginas, unas donde confronta a la mortalidad –su mortalidad-, alejándose de la poesía o el misticismo que en muchas ocasiones permea ese tipo de memorias. 

Hay dolor, hay reclamos, hay una resignación heroica. 

Pero también hay una historia de amor. De las más grandes. 

Y uno cierra ese libro lleno de admiración, pero también recordando una frase, una que dijo justo Dunne al cerrar esa divertidísima memoria Monster: living off the big screen sobre trabajar en Hollywood con Didion: “y también lo pasamos genial”. 

Hoy están juntos. Los tres. Y sí, lo pasaron genial. 

Ahí está escrito. Ahí fue vivido. 

 

Agustín Ortiz 

joseagustinortiz86@gmail.com

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