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Munal: bajo la protección de Carlos IV

Museo Nacional de Arte, Ciudad de México. En la fotografía: “El Caballito”, escultura de Carlos IV vaciada en una pieza; a su espalda, la fachada del MUNAL en una noche de primavera. Fotografía de la Colección “Arte mexicano” INBA 2019. 

 

 

El Museo Nacional de Arte en la Ciudad de México (MUNAL) es manifiesto fiel de lo mejor que ha dado nuestro país al mundo entero; es una narración visual de la historia nacional y un espejo en el que todos nos podemos ver reflejados. 

El MUNAL cobija obras de arte mexicanas de los siglos XVI al XX y protege, para su investigación académica, creaciones de los más destacados exponentes de la sensibilidad plástica de nuestro país: Rivera, Kahlo, Orozco, Siqueiros, Tolsá, Izquierdo, Velasco, entre muchos otros.  

Pero el recinto no se limita sólo a exhibir la sublevación del espíritu humano; en sí mismo, él, es una obra de arte: se trata de un palacio dentro de un palacio, de muros erigidos con una curvatura exquisita y flanqueado por murallas que parecieran rasgar el cielo de la nunca más Región Transparente de Carlos Fuentes. Se asienta en el estridente corazón de la capital mexicana, que entre sus calles-arterias rebosa de vida, de color y sabor; calles cosmopolitas, abanico de todas las razas, de todas las culturas y de todos los tiempos. 

Contemplar al que se podría pensar que es su guardián o su soberano rey a galope, desde la acera frente al Palacio de Minería, es contemplar la magnificencia de una escultura y tras ella la de una fachada imponente que frena la marcha de cualquier transeúnte. E ingresar, poco a poco, como en una inmersión al pasado, por sus pasillos, sus escaleras monumentales, mirar por sus ventanales, alumbrarse con sus vitrales –geométricos trozos de luz y color que revelan un pedacito de paraíso-, es verdaderamente ingresar a un cielo más ambicioso y exuberante que aquel que promete la iglesia católica a los fieles y generosos. 

Estando entre sus murallas se pierde la noción del espacio y la percepción del tiempo; apreciando las obras que penden de sus muros o descansan sobre sus suelos, el pensamiento nos abandona, nos secuestra la nostalgia, nos invaden los suspiros, se ilumina el entendimiento, se expande la memoria y se sueña despierto. 

El MUNAL es una obra de arte colosal que guarece el arte mexicano para su contemplación, pero también para su estudio; es un laboratorio de historia, una colección de la vida mexicana de cinco siglos, un muestrario de sentimientos, una vitrina de emociones. 

Carlos IV, Rey de España, ha salido a galope a anunciar lo que el MUNAL guarda celosamente entre sus paredes, se petrificó a la entrada, a tan sólo unos metros del portal de la memoria. A brazo alzado jinete y caballo no continuaron su recorrido por la ciudad, se quedaron ahí, para recordarnos que el arte galopa y se estaciona, en un ciclo eterno de infinitas contemplaciones. 

 

 

Eduardo Pineda 

ep293868@gmail.com 

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