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Museo pedagógico colombiano

Fotografía de la revista Jacobin, en su artículo “El legado humanista de Paulo Freire” 

Escrito por Fernando de la Cuadra, en septiembre de 2021.

 

MUSEOS 

Eduardo Pineda 

 

El Museo Pedagógico Colombiano nació como un proyecto institucional creado en el año 2004, adscrito a la Facultad de Educación y la Vicerrectoría Académica de la Universidad Pedagógica Nacional del país sudamericano. Actualmente forma parte del Centro de Memoria de la Educación y la Pedagogía de la Universidad Pedagógica Nacional, está ubicado en Bogotá, Colombia. En él se alberga el Centro Cultural “Paulo Freire”, en homenaje al filósofo de la educación brasileño que abordó la educación como un fenómeno social que, de acuerdo con la idea plasmada en su obra culmen “La pedagogía del oprimido”, representa la forma más acabada de control y manipulación social a favor del sistema opresor, representado muchas veces por el gobierno, los poderes fácticos y las mafias empresariales. 

La pedagogía del oprimido es una necesidad, es un discurso que interroga la educación repetidora de “verbalismo alienado y alienante”. Paulo Freire propone en este libro a la educación como acción cultural liberadora, que se despliegue en una práctica histórica permanente, es decir una pedagogía revolucionaria.  

El pedagogo brasileño y principal exponente de la crítica a la política y práctica de la educación del siglo XX, sostiene que la forma de educar es definida por las clases opresoras y, por ende, ataca y mancilla las conciencias de las clases oprimidas.  

En la que es quizá su obra más afamada y estudiada, Freire analiza el fenómeno de la educación como una de las más graves formas de sometimiento ya que es desde la infancia, cuando el pueblo se controla y se le arrebata la posibilidad de una vida libre y feliz. Enviamos a los niños a la escuela con la esperanza de que la formación académica les procure una vida digna, sin imaginar que en realidad los enviamos a un proceso de adoctrinamiento que les mutila toda capacidad de pensar e imaginar  motu proprio. 

“Si un niño imagina una escuela alegre y feliz, es porque la suya le niega alegría y felicidad” -decía Freire-. De manera que, tal es el grado de aprehensión que la escuela ejerce sobre el educando que en su conciencia se entiende como una obligación carcelaria y no como una práctica de la libertad creadora. 

Pensemos, por ejemplo, en el principio básico de la educación prusiana (sistema que se mantiene en casi todas las escuelas del mundo y que se caracteriza por la homogeneidad de sus contenidos y la tecnificación de los aprendientes), donde los asistentes a las aulas son llamados “alumnos”; si revisamos la etimología de la palabra encontramos: “a”, del latín “sin” y “lumni” del latín “iluminación”; entonces, el alumno es aquel que llega a la escuela sin iluminación, es decir sin conocimientos y saberes previos, sin sentido común y sin ideas claras. Este concepto demerita los saberes adquiridos a través de la tradición oral, los usos y costumbres y la intuición propia de los seres pensantes e imaginativos, minimiza la voluntad y la creatividad y encajona a todos los alumnos en la categoría de “almas y mentes vacías que es preciso llenar” y, con qué se llenarán, con la información tecnificada y útil al sistema de producción de sus países. Con la moral aceptada por sus sociedades y con la conducta obediente que no apela a la duda ni a la pregunta; todo ello redunda en la formación de sociedades fácilmente conducidas por los poderes hacia el consumismo, y la renuncia a la individualidad. 

El Centro Cultural “Paulo Freire” del museo sobre el que hoy corresponde escribir, es una invitación a replantear los modelos educativos, deseducar a las nuevas generaciones y reeducarlas en el camino de la libertad consciente y la práctica de la decisión propia. Vale la pena reflexionar sobre el legado de Freire y hacer frente a la educación alineada a los intereses de unos cuantos, al menos, desde la educación que damos en casa y los contenidos que acercamos a los niños y jóvenes, construyendo así sociedades de estudiantes y no de alumnos, de poblaciones críticos y no siempre obedientes, de mentes repletas de saberes locales y no de personas negadas a la tradición que, si bien podemos observar, ha construido a la sociedad que hoy parece negar sus raíces. 

 

 

eptribuna@gmail.com   

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