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Panteón, camposanto y cementerio

Una de las más acendradas tradiciones entre los mexicanos, sin duda con fuerte influjo de las costumbres de los pueblos indígenas (u originarios, como se les dice ahora en el lenguaje políticamente correcto), es la existencia de un lugar especial de reposo para quienes han muerto.  

Este lugar es conocido popularmente en México como “camposanto”, o “campo santo”, según el lector prefiera; aunque la primera forma es más usada. 

Tal lugar es un sitio de reposo para quienes se nos han adelantado en el camino hacia la eternidad y están a la espera de su viaja final a una mejor vida. 

Entre los pueblos indígenas, derivada de la cosmovisión mexica, la tradición establece que quienes ahí reposan lo hacen en espera de su viaje al reino de los muertos, inframundo o Mictlán. 

Y en la tradición cristiana lo hacen mientras son juzgados para aspirar a entrar al reino de los cielos. 

Dicho lugar de reposo de quienes han muerto se llama, en la tradición cristiana, “panteón”. Pero su origen etimológico no tiene nada que ver con difuntos. En realidad, se deriva del nombre con que en la antigua Roma se denominaba al templo dedicado a “todos los dioses”. Y es que dicha palabra proviene del latín “pantheon”, a su vez derivada de las raíces griegas “pan”-todo- y “theos”-dios-. Por eso era el lugar de todos los dioses. 

La forma en que la palabra se adaptó y se adoptó en la religión cristiana tiene que ver sin duda con el concepto sagrado o santo de quien fallece y por tanto pasa a “mejor vida” y por ello se vuelve “bueno”, casi “santo”. 

Menos religiosa es la palabra “cementerio”, derivada del latín “coemeterium”, derivada a su vez del griego bizantino, con el significado simple y llano de “dormitorio”. Este término no deja de tener sin embargo su valor de respeto hacia los difuntos, pues se deduce que ellos “reposan” o “duermen” en dicho sitio. 

Existen otras palabras que podrían ser afines pero que no son propiamente sinónimas de las mencionadas, al menos no en el uso actual, aunque en su etimología podrían serlo. 

Es el caso de “necrópolis”, que etimológicamente significa “ciudad de los muertos”, derivada del griego “necros”-muerto- y “polis”-ciudad-. Es curioso que esta palabra, más cercana a ”camposanto”, no se haya arraigado como equivalente de “panteón” o “camposanto”, quizá porque fue más usada en la era precristiana. En el español argentino sí se usa como equivalente, sobre todo si en dicho lugar abundan los monumentos fúnebres.  

“Mausoleo” es otro término vinculado a los difuntos, pero no equivale a “panteón” ni a “camposanto”. Alude más bien a “tumba” o “cripta”. Su origen está en el nombre de Mausolo, rey de Caria. Caria fue una antigua región griega cercana a la actual Turquía, y su capital fue Halicárnaso. A la muerte de Mausolo, su esposa Artemisa II le mandó hacer una tumba monumental para resguardar sus restos y eternizar su memoria, y fue conocida como el Mauseoleo de Halicárnaso, una de las 7 maravillas del mundo antiguo. 

El nombre de “cripta” se entiende porque es un lugar “escondido u oculto” en la tierra, y por ello no tiene mucha relación con “mausoleo”.  

Igual que “tumba”, también de origen griego y que se considera sólo como una cámara destinada a recibir y guardar restos mortales e, igual que “cripta”, no tiene la categoría monumental de un “mausoleo”. 

En fin, en noviembre, dado el arraigo de la tradición referida a los difuntos, estos términos se usan de manera reiterada. Al menos hay que saber qué significa cada uno. 

 

Miguel Campos Ramos                                                                                                                                                                                                Twitter: @miguelcamposr13

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